En el huracán catalán es el título de una excelente crónica sobre el procés. Está concluida el 23 de abril de este año y su autora es Sandrine Morel, corresponsal del diario vespertino francés Le Monde. Demuestra captar muy bien la realidad, tanto de los sucesos ocurridos, como de los diferentes estados de ánimos intervinientes. Es objetiva pero no equidistante, puesto que se ‘moja’ y no se apunta al buenismo. Y sólo se pronuncia en lo referente a la coherencia y la veracidad de asuntos concretos. La percepción del procés como un reality show o una serie de televisión: imprevisible, grotesco, exaltado.
Más allá de las performances narcisistas, extraordinariamente organizadas por los secesionistas, me voy a referir a los despachos informativos y a su potencia tergiversadora. Habla la periodista francesa de la apatía nefasta e irresponsable de Rajoy, sin ninguna estrategia comunicativa. Y del aplomo de Puigdemont evidenciando a la vez maestría en desobedecer y provocar, alardeando de generoso y de víctima de la rigidez de Rajoy. Satisfecho de tenerse por ‘los más astutos’, un asesor del prófugo de la Justicia le habló a Morel de su táctica “con una frivolidad increíble como si estuvieran jugando a hundir la flota”. Sandrine Morel cuenta que los servicios de prensa de la Generalitat han mimado mucho a los periodistas, pero nunca había sentido que su trabajo fuera tan escrutado y juzgado como aquí; si bien “el único que no ha ejercido ninguna presión sobre los corresponsales ha sido el Gobierno central: en general, nos ha ignorado”.
Un director de comunicación separatista, molesto con su sentido crítico, le espetó a Sandrine que si ellos contrataban dos páginas de publicidad al gran rotativo parisino, sus jefes le fijarían a ella lo que debía escribir. Y remató con una cínica y corrupta frase: “así funcionan las cosas aquí”. ¡Cuántas cosas se ignoran y que jamás se detallarán!
“Me han indicado que no debo hablar con opositores a la inmersión lingüística porque, en realidad, existe un consenso absoluto en torno a esta cuestión. Han intentado imponerme una visión ficticia del ‘pueblo catalán’, presentándolo como si fuese una entidad única y homogénea, y han tratado de manipularme con determinadas mentiras. También he visto cómo un compañero, psicológicamente agotado, se planteaba optar por la autocensura para evitar insultos y tensiones”.
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