Estoy leyendo con detenimiento los cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci: Pasado y presente (Gedisa). Este fundador del PCI se crio en medio de muchas penurias y penalidades. Lleno de afán de superación logró licenciarse en Letras y se orientó hacia el periodismo y la lucha política; llegó a ser diputado.
En 1926, con 35 años de edad, fue encarcelado por el régimen fascista y condenado a veinte años de presidio. En 1929 comenzó a escribir estos cuadernos que llegarían a juntar cerca de 3.000 páginas. No tardó en declarársele una grave enfermedad tuberculosa, unida a un estallido de múltiples dolencias, entre ellas la arterioesclerosis. En 1934, Mussolini le dio libertad condicionada. Y tres años después, con sólo 46 de edad, murió de una hemorragia cerebral. Su huella es enorme.
Acabo de leer en el citado libro un párrafo titulado: ‘Rendre la vie impossible’, donde Gramsci reproduce a su vez un texto de Eugenio d’Ors escrito en la editorial francesa Gallimard. Decía Xenius que hay dos modos de matar: uno, el que todos entendemos como tal; y otro que se esconde en el eufemismo de ‘hacer la vida imposible: “Es el tipo de asesinato lento y oscuro, que consuma una masa de cómplices invisibles”, un auto de fe perpetrado sin juez ni sentencia.
Estas observaciones me parecen oportunas para describir el acoso que las asociaciones y los dirigentes separatistas ejercen sobre los disidentes catalanes (quienes suman más votos que aquellos). En particular, el que ejercen sobre la jefa de la oposición Inés Arrimadas. Insultada y amenazada con un odio tolerado y promovido por cargos públicos. Al dar noticias, hay medios de comunicación que esconden la negativa municipal en Vic o en Canet a ceder un recinto para un acto público de su partido; ante esta discriminación, lo propio es dirigirse a sus simpatizantes en la calle, un recorrido que se tilda de provocación. A esto se llama hacer la vida imposible, un asesinato lento y oscuro como destacaba Gramsci.
Hay que denunciar el machismo que se ejerce sobre la dirigente política, así como la xenofobia con los gritos antiliberales de fuera de aquí, vete a tu tierra. Todo dicho por tipos que abogan por el feminismo radical o dicen querer ‘refugiados’ porque somos terra d’acollida (todo pura boquilla de los señores -y señoras- de la tierra), Inmensa hipocresía. ¡Recibe Inés todo mi respaldo!
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