viernes, 19 de abril de 2024 01:55
Opinión

​ERNEST LLUCH Y LA QUEJA CONTINUADA

Miquel Escudero
Miquel Escudero

Ernest lluch


No llegué a ser amigo de Ernest Lluch, pero nos saludábamos con afecto y cordialidad. Le conocí en las pistas universitarias de la Diagonal y cruzamos unas palabras en Santander, en un curso de la Universidad Menéndez Pelayo que él regía. La última vez que nos dimos la mano, y charlamos unos pocos minutos, fue tres días antes de que lo asesinaran los etarras. Educado y afable, me contó que iba a una lectura de tesis en Económicas. Leyendo unos espléndidos análisis de Joan Llorach que destripan y desbaratan las mentiras sobre cifras, bombardeadas, sin descanso y con descaro, por Junqueras y demás adláteres 'procesistas', he recuperado un artículo de Ernest Lluch: '¿Catalunya expoliada?'. Lo publicó La Vanguardia cuatro días después de que finalizaran los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Hace, pues, veintiséis años. Hay en él algunas ideas que merecen ser traídas aquí.


La inversión económica en Barcelona había sido espectacular y había producido euforia. No obstante, el exmolt honorable Pujol afirmaba con desfachatez que, con los impuestos que pagaba, Cataluña podía celebrar cada año unos Juegos Olímpicos (lo que nos faltaba, siempre de juego y de farol). Decía que de cada cien pesetas que Cataluña pagaba fiscalmente, el Estado sólo devolvía sesenta; mandangas repetidas hasta la saciedad durante decenios, cuando por de pronto, sólo pagan los ciudadanos, no los territorios. Al margen de la inexactitud de las cifras empleadas, Lluch resaltaba que sin solidaridad fiscal, los catalanes no tendríamos "un mercado que pudiera asegurar la venta de nuestros productos". El mercado español, decía, era absolutamente necesario para tener una economía catalana sólida: "la única manera de que podamos vender y además cobrar es que tengamos un déficit fiscal". 


Hablar de expolio no sólo era impreciso y sesgado, sino que lleva a explotar la ignorancia y la pasión, desbordando tensiones y 'mala sangre'. Los antípodas del progreso.


En especial, el siguiente párrafo me ha empujado a escribir esta página: "La queja continuada puede irse transformando en amonal ideológico. Todos los terrorismos son nacionalistas o marxistas-leninistas. No en vano buena parte de los grupos terroristas se forman con argumentos de este tipo que aquí hemos intentado modificar y matizar". Que conste. En Barcelona, el año 1992. 



Ernest Lluch y la queja continuada se ha publicado inicialmente en catalunyapress.es



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