viernes, 19 de abril de 2024 10:22
Editorial

DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

La salida de los niños y niñas más pequeños a la calle ha supuesto, a la hora de la verdad, una impresentable pelea entre Gobierno y oposición, por un asunto que, debería haber sido una feliz circunstancia a celebrar por todas y todos, ya que la alegría de los más pequeños era una meta irrenunciable para nosotros, los y las que llevamos encerrados en casa desde la primera orden de confinamiento del 14 de marzo, que luego se ha ido prorrogando hasta “Dios sabe cuándo” digan lo que digan Gobierno y oposición.


Zapatos niños


Tras la experiencia del domingo --que el que escribe este articulo considera muy positiva, digan lo que digan los cainitas bolivarianos o franquistas redomados que solo se han fijado en las meteduras de pata de algunos padres, muy reprobables, pero minoritarias--, a los niños hay que dejarles salir a jugar, y para ello hay que desinfectar cada día los lugares donde pueden hacerlo, que son muchos, ayudados, no con ánimo policial sino de convivencia ciudadana de las POLICÍAS LOCALES  de cada municipio o, sencillamente, por voluntarias y voluntarios de Protección civil que, como madres y padres que son casi todo ellos, tienen una visión de la pandemia más próxima a los ciudadanos y sus debilidades que la policía gubernativa que está para otras cosas más difíciles, recogidas casi todas ellas en el ámbito del Código penal.


Las madres y padres de este país, sea cual sea su bandera ideológica, no somos delincuentes, ni éste es un Estado policial que sepamos. Los derechos y libertades de los ciudadanos, por muy en suspenso que estén, no le dan derecho a nadie, político o civil, a regodearse en la mala praxis de algunas y algunos, convirtiendo incluso los telediarios, que solo deben vivir para la información objetiva, en un campo abonado a la denuncia de los contribuyentes como ya se hacía, con malsana dureza, en los primeros años de la Dictadura franquista o en la Cuba de los Hermanos Castro.


El chivateo estalinista señalando al vecino o al disidente es nauseabundo, lo practique quien lo practique. Y si hablamos de lo que hayan hecho mal las madres y los padres en la primera salida de sus hijos a la calle tras varias semanas de duro encierro familiar, que los Tribunales todavía tienen que juzgar por si ha sido un atropello constitucional --por cierto vuelvo a preguntar públicamente, una vez más, ¿dónde está el Poder Judicial?--, refleja en su conjunto una imagen global de una sociedad inmadura por cainita, que busca delincuentes donde solo hay tontos de la pandemia o, como mucho, irresponsables, parimos, que se diría en mi Galicia natal.


Dice el Evangelio: Dejad que los niños se acerquen a mí (incluso los de 14 a 18 años).


Pues eso, los niños a pasear que ya era hora. Y luego deben hacerlo las abuelas y los abuelos.

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