sábado, 27 de abril de 2024 05:10
Editorial

​EL COMITÉ CIENTÍFICO NO DEBE SER UN SECRETO DE ESTADO

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Quiero saber los nombres y apellidos del Comité Científico que ha decidido hasta ahora los temas más importantes en el confinamiento y cambio de fase de los ciudadanos de toda España. Y no solo quiero leer sus nombres sino también un resumen de su currículum académico, debidamente informado por el Gobierno, en el que se detallen las razones por las que han sido elegidos para tan comprometida misión. Esta delicada misión no tiene por qué ser, como lo es hasta ahora, un secreto de Estado.


No me vale que sea previo pago por parte del lector. Qué triste es ver cómo los diarios de papel antiguos se esfuerzan en hurtar a la gente, que no tiene casi dinero para comer, lo que consideran sus lecturas más valiosas, para que el que no pague la cuota se quede sin la información, como si la libertad de expresión, fuera una cosa solo de ricos o pobres, ¡qué pena! Y lo que es peor: Ministros como el de Universidades, que cobra un sueldo importante, contribuye para que sus artículos haya que pagarlos, cuando él ya cobra del Estado bastante más de lo que hace en su despacho madrileño.


El periodismo en la red ha de ponerse a disposición de la gente sin coste alguno como lo viene haciendo la radio desde hace más de cien años. El que quiera cobrar por escribir, que use el papel. Para eso están los diarios y los libros. Ya sé que a los políticos les conviene que de Internet desaparezcan tantas voces críticas, pero muchas veces lo que no le interesa a esos mismos políticos es lo que conviene a la inmensa mayoría de sus votantes.


El ministro de Sanidad, Salvador Illa, y el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, durante la rueda de prensa de Sanidad para anunciar qué territorios avanzan en la desescalada a 15 de mayo de 2020



Y si pido que sepamos de una vez quienes son los “famosos expertos” que nos tienen enclaustrados es porque sería bueno que acabáramos con las suspicacias entre derecha e izquierda en el muy caótico y lamentable asunto de la “desescalada”, que están tiñendo la tragedia del coronavirus de una estela amarilla como la envidia de rencor entre ciudadanos de distintas autonomías que, a la larga, nos va a dejar en manos de los más exaltados cuando pillen en su tierra a quienes vienen de otro lugar del Estado, donde por ejemplo si pueden irse a una terraza a tomarse un sencillo café.


Cuanto más claro esté todo, mejor para la salud y la pacífica convivencia. Y recuerden los que gobiernan, aunque la comparación sea odiosa, que en la infame Dictadura franquista así como en la actual China comunista las medidas más duras tampoco se consultaban a la gente, se imponían por un estado de excepción, que nadie sabe a quién se le ocurre. Vamos, como ahora mismo en la España que presume de confederal.


Uno, que ya visto tantas cosas en este país, se prefiere quedar no obstante con aquella frase del filósofo y escritor indio Rabindranath Tagore: “Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas”. Porque, pese a todos los inconvenientes que ello comporta, es lo que impregna de inmortalidad a tu espíritu.

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