Dicen que Jordi Pujol comparecerá -si nada lo impide- el próximo viernes 26 septiembre al Parlamento. Dicen que dará explicaciones sobre negocios, herencias y cuentas corrientes de su familia descubiertos por Hacienda en el extranjero.
Dicen que Jordi Pujol comparecerá -si nada lo impide- el próximo viernes 26 septiembre al Parlamento. Dicen que dará explicaciones sobre negocios, herencias y cuentas corrientes de su familia descubiertos por Hacienda en el extranjero. El expresidente, por fin, acudirá a la llamada que le ha formulado la Comisión de Asuntos Institucionales de la Cámara catalana. Jordi Pujol tendrá la oportunidad de explayarse durante más de media hora y luego podrá responder, sin demasiado tropiezos, a las preguntas que le formulen los diputados y diputadas. Todo pautado, sí señores.
Un servidor de ustedes no confía mucho en este tipo de interrogatorios de salón. Quizás el hecho más relevante del mismo haya sido la aceptación de Pujol -algo forzada-, eso sí a someterse a las cuestiones que formulen los parlamentarios. Ahora bien, el ex está tan acostumbrado a ser interpelado que estoy seguro de que saldrá airoso del trámite. Tampoco creo que de las respuestas salga agua clara y sí alguna que otra colleja boomerang a los que se pasen de inquisidores. Lo que tenía que decir ya está casi todo dicho y lo que ha emergido ante la ciudadanía lo podríamos resumir y concretar en tres afirmaciones:
1a. Ha caído un tótem. La deconstrucción del liderazgo de Jordi Pujol es un hecho incontestable. La articulación referencial alrededor de su figura ha desaparecido al mismo tiempo que su carisma, la fundación que llevaba su nombre y la condescendencia ciudadana hacia su persona.
2a. La coalición (CiU) y el movimiento (pujolismo-CDC) estructurado en torno a su persona, hoy se convierten ante los ciudadanos sospechosos de malas prácticas y navegan en el descrédito. Están tan heridos de muerte como su fundador.
3a. La desconfianza y decepción hacia el padre de la patria, que nos aleccionaba con la predica de la cultura del esfuerzo, se ha instalado en todas partes. Pero lo más grave de todo es que los recelos y la duda se han extendido ahora a todos los ámbitos de la política. Aquí no se salva ni Dios. El país cada día se levanta más desmoralizado.
El espectáculo mediático está servido, cierto; pero, insisto, diga lo que diga en sede parlamentaria Pujol, son las tres 'P' las que han quedado muy dañadas. A saber: las de País, Partido y Pujol.
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