lunes, 23 de junio de 2025 08:34
Opinión

BYE, BYE MONARQUÍA

Joan Ferran
Joan Ferran

Parece que nuestro destino y nuestro derecho a la información esté ligado al consumo monotemático, a un menú de plato único hasta agotar las existencias. Cuando no es la Consulta es la Monarquía y sino los agravios y los rifirrafes con el gobierno central.

Parece que nuestro destino y nuestro derecho a la información esté ligado al consumo monotemático, a un menú de plato único hasta agotar las existencias. Cuando no es la Consulta es la Monarquía y sino los agravios y los rifirrafes con el gobierno central. No pido obviar temas, ni silencios, ni pasar de puntillas sobre nada; tan sólo sueño huir de cierta saturación informativa. Tanto me da si la princesa Cristina baja la rampa que la lleva al juzgado en coche blindado o en patinete. Para mí es intrascendente si declara durante seis horas inspirada en la sonrisa cínica de Roca Junyent o si lo hace llorando. Me gustará, eso sí, que se haga justicia sin ninguna otra consideración añadida capaz de deteriorar o determinar el resultado. Todos somos, en mi opinión, iguales ante la ley.

El asunto Urdangarin-Cristina ha dado pie estos días a muchas reflexiones sobre el rol de la monarquía en la sociedad española del siglo XXI y sobre la necesidad de que esta institución comience una nueva etapa más útil y transparente. No es la primera vez que esto sucede. La sociedad española ha contemplado recientemente desde divorcios y aventuras diversas con elefantes, hasta sospechas de que hay depósitos monetarios durmiendo plácidamente a la Confederación Helvética. Dicen que todo tiene un principio y un final, y creo que es cierto. Me perdonarán la osadía pero considero que la institución monárquica española está quemando sus últimas calorías, sus posibilidades de perdurar. El país ya no la considera ni respeta como antes, a pesar de que muchos le reconozcamos su papel positivo en un determinado momento histórico. Insisto un golpe más, la fuerza y la credibilidad de las instituciones, las ideas y las personas a menudo se acaba. A veces por los cambios sociales y el paso del tiempo, a veces por los propios errores. Esto ha sucedido en nuestro país y no hay marcha atrás, a pesar de que algunos giren los ojos buscando la imagen del heredero y de su mujer.

En España hasta el día de hoy ha convivido con la monarquía un cierto "republicanismo tolerante" pero, a estas alturas, las cosas están cambiando a una velocidad de vértigo. Alrededor de tema del Jefe de Estado discrepo de muchos de mis compañeros socialistas catalanes y españoles. Yo ya no creo en la renovación de esta monarquía ni en su capacidad de arbitraje. Considero que los republicanos de corazón y convicción ya hemos pagado al monarca el peaje por el suyos servicios prestados al país. Ahora hace falta ?con tino, sin presa y tranquilidad- recoger las ansias de cambio que emergen de la sociedad española y catalana tanto en el terreno institucional como en el político y social.

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