jueves, 25 de abril de 2024 05:53
Opinión

¿Independencia o separatismo?

Antonio Carlos Pereira Menaut
Antonio Carlos Pereira Menaut

Prof. de Derecho Constitucional, USC

Este discutible juego de palabras, "independencia" y "separatismo", pretende ilustrar la secreta envidia que muchos españolistas han sentido alguna vez de Inglaterra: Canadá (y otros países) son independientes, pero en la Guerra Mundial, miles de canadienses o australianos fueron voluntarios a morir por Gran Bretaña. Sus gobiernos son completamente independientes, pero sus sociedades nunca han roto relaciones; siguen siendo monarquías, y la Union Jack sigue hoy en diversas banderas canadienses y australianas. 

Este discutible juego de palabras, "independencia" y "separatismo", pretende ilustrar la secreta envidia que muchos españolistas han sentido alguna vez de Inglaterra: Canadá (y otros países) son independientes, pero en la Guerra Mundial, miles de canadienses o australianos fueron voluntarios a morir por Gran Bretaña. Sus gobiernos son completamente independientes, pero sus sociedades nunca han roto relaciones; siguen siendo monarquías, y la Union Jack sigue hoy en diversas banderas canadienses y australianas. Para esto se precisa una monarquía (condición que España cumple) como Dios manda y que desde el punto de vista territorial sea múltiple (lo que hace siglos que no se cumple).


Aplicada esa distinción al caso catalán (u otro), "independencia" significaría que las instituciones públicas catalanas no "dependerían" en nada de las españolas. ¿Seguiría habiendo relaciones? Sí; muchas, pero de libre cooperación y no de subordinación. Es una cuestión legal e institucional; no cultural ni social, y éticamente es tan defendible como su contrario.
En cambio, "separación" significaría levantar murallas, separar sociedades, personas: esto sería moralmente inadmisible, y pocos independentistas lo defienden hoy. Por eso los escoceses dicen a los ingleses que tras la independencia van a tener los mejores vecinos del mundo. Éste no es un problema legal, aunque lo legal también cuente (monarquía común, libre circulación, dobles nacionalidades, instituciones de coordinación, etc.).


En Nueva Zelanda, Canadá y demás, la independencia no separó sociedades. Simplemente, independizó instituciones públicas. Incluso de Irlanda, cuya autodeterminación fue mucho más traumática, saldrían en 1939 miles de voluntarios para el ejército británico.


Muy bien, pero, aun así, algunos objetarán: ¿para qué independizarse de Madrid, si todos dependemos más y más de la UE y el FMI? Para ese viaje no hacen falta alforjas; para no ser realmente independiente, me quedo como estoy.
Pero otras respuestas, como las de Kosovo o los europeístas ucranianos, son: "depender de Bruselas, sí; de Belgrado, o de Moscú, no". O bien, "prefiero depender sólo de Bruselas que no de Bruselas y Belgrado"; o bien, "prefiero participar directamente y defender mis intereses por mí mismo". Ciertamente, hoy en día puede ser más importante la participación que la independencia, pero incluso para participar hay que hacerlo desde un grado de autodisposición que ninguna comunidad autónoma española puede soñar, especialmente si la recentralización avanza.


Lo que más debería preocupar a todo verdadero patriota español es la separación de las sociedades catalana y española, y en ese punto me temo que, márchese Cataluña o no, el mal ya está hecho, sobre todo por Madrid. Es de notar cuán superficialmente ciertos políticos y medios de comunicación madrileños ignoran esto ?si es que no lo agravan?, con alguna clarividente excepción.


La presente crisis ha mostrado, y crudamente, que de mí, mi familia, mi Universidad o mi tierra, nadie va a cuidar. Ha mostrado, y con una claridad sin precedentes, que el estado español puede ponerse del lado de mis depredadores. Así que usted no me haga caso, pero yo, por mí, por simple instinto de supervivencia, pediría a los Reyes (Magos) para 2014 una Commonwealth española, sin ninguna separación, pero con no poca independencia o con mucho autogobierno.

Antonio-Carlos Pereira Menaut (Prof. de Derecho Constitucional, USC)

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