sábado, 20 de abril de 2024 14:59
Opinión

MORIR CANTANDO: ALLEN TOUSSAINT

Edmundo Font
Edmundo Font

No fue mientras cantaba "Brickyard Blues" la última canción de su repertorio, y de su vida, esa noche en el teatro"Lara" de Madrid; Toussaint aún se dio el lujo de bajar del escenario y darse una ducha de público, estrechando con sus manos de extraordinario intérprete de Soul y Blues, a los entusiastas que siguen a músicos del genero renacido en Nueva Orleans como a gurús de un culto primigenio que surgió en los ritmos milenarios del África. En su caso, no sólo brillaban sus dedos sobre las teclas que ejecutaban su Jazz y variaciones, si no que numerosos temas célebres de su autoría fueron popularizados por músicos de la estatura de Paul McCartney, Eric Clapton, Elvis Costello, y por bandas como las de los Rolling Stones y The Who.


Allen Toussaint apenas se dirigía a su hotel en un automóvil, después de su concierto -también la talentosa Elis Regina murió en medio del tráfico; ella en San Paulo- cuando le sobrevino una parada cardiaca. El lugar más común diría que falleció aún trasmitiendo la emoción de su talento, desplegado en un cuerpo de artista que prodigaba, precisamente, emociones. También podríamos decir el despropósito de que ese tipo de muertes súbitas son las mejores de vivir -valga la paradoja-. Es decir, irse por una puerta discreta, de emergencia, después de haber hecho lo que más se deseaba, como fallecen algunas especies marsupiales después de hacer el amor.


Y una vez escritos algunos desvaríos anteriores, agrego uno más: así me gustaría, ojalá, un día muy lejano, partir para siempre, con las botas puestas. Muchos profesores, artistas, y parlamentarios se han ido sin despedirse, pero sin causar mayores perturbaciones, en pleno uso de facultades, con el asombro quizás de haber llegado a la raya, en un afán de competencia contra reloj, ganando la partida a tantas muertes cruentas, injustas -¿siempre lo son?- penosas, que parecieran no tener nunca fin. De eso sabe mucho uno de los dos brillantes hermanos Pániker y como ya se está haciendo costumbre, introduzco en mis crónicas una publicidad, (no sólo porque me haya sorprendido que me cite en sus diarios) recomendando libros tan edificantes como "Variaciones 95" de Salvador Pániker, quien preside -ahora de manera honoraria- la "Asociación Derecho a Morir Dignamente", de España.


Y aunque en alguna otra parte he hablado ya de un poema extraordinario de Joaquín Antonio Peñalosa, éste es otro momento para reproducirlo, con la conjetura de que de haber intuido su manera de partir, el gran Allen Toussaint quizás hubiera compuesto una bella adaptación:


Por si viene a la hora señalada

como el perfume inunda la azucena,

por si me deja mudo, con la pena

de irme de prisa por la madrugada;

por si la voz me queda aprisionada

en un violento acoso de colmena

por si la muerte todo me enajena,

hasta el discurso que hay en la mirada.

No he de esperarme, no; ya es tanto y tanto

vivir sin empezar la despedida

ni ensayar de una vez el duro abrazo,

que por ahorrarme tiempo y a ti llanto

voy a decirte adiós, desde la vida,

por si acaso no puedo, por si acaso.


........................................................


Apenas hace unas cuantas semanas, con motivo de las notable celebraciones del día de muertos en el estado de Michoacán, precisamente en el Pátzcuaro mitológico de los Purépechas, pasé una madrugada en vela visitando los camposantos que esa noche no descansan y que me dejaron derramando lágrimas, presenciando un concierto amarillo rojizo de velas encendidas y cempazúchitl sobre tumbas engalanadas por las familias de los deudos con ofrendas de las preferencias de los difuntos, en órdenes gastronómicos y musicales. En este último renglón me llevé la más honda impresión: un hombre mayor y quien sería su joven hijo, habían desplegado un altar sobre la tumba de la esposa y madre, cubriendo la lápida con finas mantas coloridas, jorongos, ponchos, gabanes, flores, panes dulces de muerto, guisados que desprendían olores mezclados a los inciensos y lo más relevante, entonaban unas "mañanitas" al revés (el tradicional himno de cumpleaños mexicano) un happy birthday en el que las estrofas estaban adaptadas para recordar el feliz día de la muerte, no el de nacimiento. Me quedé sin palabras; mismas que recupero ahora para celebrar este hecho que rinde homenaje a la muerte en el momento mismo de desacralizarla. Lo mismo hizo, en su último concierto, Allen Toussaint, quien murió, de alguna manera, cantando.


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