Vuelve Mar i cel: un viaje por el tiempo y la memoria

El próximo día 25 se estrena oficialmente, en el Teatro Victoria de Barcelona, la tercera puesta en escena del musical Mar i cel, basado originalmente en la obra homónima de Àngel Guimerà.

El próximo día 25 se estrena oficialmente, en el Teatro Victoria de Barcelona, la tercera puesta en escena del musical Mar i cel, basado originalmente en la obra homónima de Àngel Guimerà. Después del gran éxito alcanzado en las dos ediciones anteriores (1988 y 2004), la compañía Dagoll Dagom ha apostado por reprogramar con motivo de la celebración de su cuadragésimo aniversario.

Tuve la suerte de poder asistir, el viernes pasado, al pre-estreno. Fue emocionante. Desde las filas de un público entregadísimo, la representación recupera con absoluta magnificencia todo lo que las obras de Dagoll Dagom han significado para las artes escénicas catalanas en sus cuatro décadas de existencia.

No haré una crítica teatral al uso, aunque podría afirmar, dejando de lado los típicos nervios y probaturas de cualquier pre-estreno, que el montaje es espléndido. Los avances técnicos han jugado a favor de una escenografía que ya fue ambiciosamente innovadora en 1988. La orquesta en vivo, las magníficas voces de unos actores dotadísimos y la tarea excelente de lo que se adivina un gran equipo, consiguen un espectáculo de un enorme nivel.

Sin embargo, ya he dicho que no haré de crítica. Lo que me interesa hoy es apelar al reconocimiento y a la memoria. Y no sólo porque yo personalmente disfruté muchísimo de la representación, sino sobre todo por lo que cualquiera de los asistentes pudo captar "entre líneas".

Me refiero a la contribución de Dagoll Dagom en la escena teatral catalana. Cuarenta años de crear una dramaturgia comercial de calidad, capaz de llegar a un sector amplísimo de público y de contagiar el gusto por el teatro. Un país normalizado debe tener todo tipo de espectáculos, desde los más populares a los más comprometidos intelectualmente. Dagoll Dagom ha sabido conjugar muy bien diversas características, que la han situado en un lugar propio y especial. Por un lado, por la solvencia de los textos (Mar i cel, pero también el Mikado y Flor de nit, por no hablar de Antaviana, con el mérito añadido de haber revalorizado la figura de uno de nuestros grandes escritores, Pere Calders). De otra, por el rigor en el trabajo, la originalidad, la profesionalidad y el instinto.

Con Dagoll Dagom hemos crecido varias generaciones de catalanes, que gozamos duro con "L'himne dels pirates" porque lo conocemos de toda la vida. Con Dagoll Dagom hemos tarareado Ciutat de marfil, hemos reído, hemos llorado y nos hemos emocionado. Por eso ahora, cuando entramos en el teatro y nos encontramos con personas de todas las edades, cuando llevamos a nuestros hijos adolescentes y vemos que sueltan una lagrimita ante la muerte de Blanca y Said, sabemos que todo es una gran consecución. Sabemos que Dagoll Dagom ha construido una memoria colectiva que, por encima de cualquier consideración, nos ha unido y lo seguirá haciendo.

Sereno poco canónica, pero a veces la catarsis no se consigue sólo con la tragedia, como defendía Aristóteles. También podemos salir purificados de una sala teatral después de haber compartido la música, la belleza escenográfica y la exaltación de la palabra. Por otra parte, no podemos ignorar que todas las obras de la compañía poseen un trasfondo relevante. Sólo hay que recordar las palabras de Blanca: "Yo quiero la paz" y comprobar, por desgracia, la rabiosa vigencia de un texto ambientado a principios del siglo XVII.

Os recomiendo ir, evidentemente. Me pregunto qué pensaría Guimerà si levantara la cabeza.