El veranillo de San Miguel, Feijóo y Sánchez

El tiempo climatológico ha atraído unos días antes de lo previsto el denominado “veranillo de San Miguel” que suele estar marcado por sus altas temperaturas- en esta ocasión, entre 5 y 10 grados por encima de lo normal-y  con ausencia de precipitaciones. El veranillo habitualmente suele llegar en torno al 29 de septiembre, jornada en la que se celebra la onomástica del santo que le da nombre. El refrán popular dice “Por el veranillo de San Miguel están los frutos como la miel”.

En política el veranillo de San Miguel, la fruta de investidura del candidato Alberto Núñez Feijóo, está muy verde, y el calor no ha contribuido a la maduración que esperaba en forma de votos, y se ha quedado en un deseo. Se sabe que los deseos no se suelen cumplir y es contradictorio con la realidad política. Así que Feijóo pese al “triunfo” de la concentración de este domingo, se va a quedar con la cesta llena de fruta verde sin que pueda saborearla. Los números no engañan,  se puede decir lo que se quiera que los cuatro votos que necesita el candidato para ser investido no se los va a traer San Miguel que tiene otras preocupaciones más importantes que entrometerse en las votaciones del Congreso.

La situación política se va aclarando, aunque la solución mayoritariamente no guste a la ciudadanía: pese a que algunos dirigentes socialistas lo nieguen, el presidente del gobierno en funciones ya ha ido tirando unas cuantas directas de que habrá gobierno. Eso sí, “aclara” que los acuerdos con Junts y ERC estarán dentro del marco constitucional. ¿Incluida la amnistía?. Algo que ha dejado bastante pasmados a los que le han votado, tras decir en plena campaña electoral que de amnistía nada de nada. No es la primera vez que el líder socialista dice una cosa en campaña y después hace la contraria. No es el único, es una práctica habitual que sirve para agrandar la brecha entre la ciudadanía y los políticos. Contribuye a la desafección política. La memoria no es tan frágil como algunos se creen, las urnas dan buena cuenta de ello a pesar de los votos cautivos de los estómagos agradecidos.

Este martes, el discurso del candidato. Dicen que de una hora y media de duración. Al día siguiente intervención de los distintos partidos. El programa de gobierno será lo menos importante, lo que más, las acusaciones que se van a verter en la tribuna, donde cada formación política estará dispuesta a echarle en cara al contrario lo mal que lo hace. Es una escenificación de lo que quieren decir, y no de lo que deberían hacer. Eso sí, sus señorías lo harán en castellano, catalán, gallego y euskera, para que todos les entiendan.

Pedro Sánchez, una vez pasada la votación en la que previsiblemente Feijóo no será investido, va a tener la vía libre para seguir en Moncloa, con la ayuda de todos los partidos que ya conocemos, a un precio demasiado alto: cuando se ceden cosas, viene la siguiente petición cada vez mayor, eso sí, debe quedar reflejado en un documento que no se hará público ni conocerá la gente. Explicarán lo que quieran y se quedarán tan panchos. El problema viene cuando la mayoría de la ciudadanía no acepta lo que está haciendo el PSOE, lo que no le han consultado, y seguramente no aprueben. Sánchez se equivoca una vez más, por muchos palmeros que le aplauden, la situación se complica y se abre una nueva etapa, donde los constitucionalistas catalanes se han visto y siguen viendo como el Estado, el Gobierno no les protege. ¿Qué pasaría si montará follones en las calles?, pues sencillamente que se les aplicaría la ley mordaza, que nadie ha derogado. ¿Le darían después la amnistía? No, porque es un tema de siete votos. Al final hay un refrán popular que Pedro Sánchez no debe olvidar: “Donde las dan las toman”.