martes, 19 de marzo de 2024 06:41
Ciencia e investigación

​El agujero de ozono, en mínimos desde 1982. Pero no es una buena noticia

Científicos del Instituto Americano para la Investigación de la Atmósfera y los Océanos (Noaa) y la NASA explican cómo las temperaturas más altas reducen las reacciones entre el ozono y los compuestos que destruyen el ozono, es decir, el cloro y el bromo.

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Imagen de la capa de ozono el 1 de septiembre de 2019


Las "extrañamente" cálidas temperaturas en la estratosfera sobre la Antártida han limitado drásticamente la pérdida de ozono entre septiembre y octubre, lo que ha dado como resultado el agujero de ozono más pequeño observado desde 1982: en la actualidad es de 10 millones de kilómetros cuadrados, frente a los 16 millones de kilómetros cuadrados medidos el 8 de septiembre. 


Científicos de la Agencia Americana para la Investigación de la Atmósfera y los Océanos (Noaa) y de la NASA señalan que esto no es una buena noticia: las temperaturas más altas reducen las reacciones entre el ozono y los compuestos que lo destruyen, es decir, el cloro y el bromo.


Según los expertos, es la tercera vez en 40 años que los sistemas meteorológicos han causado que temperaturas tan altas limiten el agotamiento de la capa de ozono. Patrones climáticos similares en la estratosfera antártica en septiembre de 1988 y 2002 también produjeron agujeros de ozono atípicamente pequeños. 



"Es importante reconocer que lo que estamos viendo este año se debe al aumento de las temperaturas estratosféricas", dice Paul Newman, científico jefe de Ciencias de la Tierra en el Centro de Vuelo Espacial Goddard dela NASA. "No es una señal de que el ozono atmosférico esté de repente en vías de recuperación", admite.


La reducción de la capa de ozono en la estratosfera comenzó entre 1970 y 1990 debido a algunos compuestos -cloro y bromo- capaces de catalizar reacciones que destruyen el ozono. Estos son compuestos que han sido emitidos de la atmósfera predominantemente por los humanos. Pensemos en el freón, un gas refrigerante utilizado en los frigoríficos y prohibido, junto con los clorofluorocarbonos (CFC) y los hidrofluorocarbonos (HCFC) sólo en 1987 gracias a las determinaciones del protocolo medioambiental de Montreal.

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