lunes, 6 de mayo de 2024 21:37
Opinión

LOUISON Y LA MUJER ARAÑA

Miquel Escudero
Miquel Escudero

‘Vamos, Louison’ (Elba) es un libro extraño con ecos mortecinos, compuesto de retazos de entreveradas confesiones que la artista Louise Bourgeois (1911-2010) hizo ya de vieja a quien fue su marchante durante sus últimos treinta años de vida. Se trata del escritor y galerista Jean Frémon, quien firma el texto.


A la escultora parisina Louise Bourgeois (Louison) se la tiene como precursora o fundadora del ‘arte confesional’, un arte que cuenta sin palabras y cuyo contenido se concentra en el rebobinado autobiográfico de recuerdos y vivencias, a través del cual los artistas pueden buscar resiliencia y desahogarse de sus arrepentimientos o de sus traumas infantiles; en el caso de Louise, relacionados con su padre. ‘La destrucción del padre’ (1974) es una muestra de ello: angustia, miedo, inseguridad, cólera, rencor ante la infidelidad y la negación del cariño. Su padre, hombre mujeriego, mantuvo durante unos diez años una relación con la institutriz inglesa que vivía en casa y atendía a ella y sus hermanos. El descubrimiento de la pequeña la dejó desolada, un sufrimiento incurable, lamentando que su frágil madre mirase hacia otro lado. Cuenta en estas páginas que el padre era “parco en elogios, profuso en burlas”. Ya de joven, decidió estudiar Matemáticas para centrarse en leyes que jamás pudieran ser cambiadas… No concluyó esos estudios, que abandonó tras la muerte de su amadísima madre. Muy emocional, pasó a estudiar luego Arte. “Cuando se procura una cosa se obtiene otra. Es ley”. Casada con un norteamericano, pasaría la mayor parte de su vida en Estados Unidos, donde falleció hace casi diez años. La araña gigante, de más de 9 metros de altura, que hay en la entrada del Guggenheim de Bilbao es su obra ‘Maman’ (1999; bronce, acero inoxidable y mármol). La araña como símbolo de su madre, siempre laborando y tejiendo, defendiendo el honor de la familia. Múltiples arañas de todo tipo con las que ha confeccionado un ‘género’.


Un párrafo del libro me ha merecido su relectura: “Tu historia no es la que te han contado. La que han querido que te creyeses, costase lo que costase. Nosotros somos relatos, estratos de relatos, somos la lacería, el tejido de los relatos que cuentan otros, los padres, los mayores. Cada uno cuenta su pequeño testimonio, con esa buena fe enorme y devastadora del que puede jactarse de que estuvo allí”.

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