miércoles, 24 de abril de 2024 12:46
Opinión

MAS AL ESPEJO: SIN ARRUGAS EN EL ALMA

Miquel Escudero
Miquel Escudero

Él dice que fue el “centésimo vigésimo noveno presidente de la Generalitat”, pero no es verdad. Él fue el número 17, a partir del coronel Francesc Macià. Él ha dicho que tardó diez años en llegar a presidir la Generalitat, desde que tomó la decisión de querer serlo, pero que Puigdemont tardó sólo media hora, desde que le pidió que le sucediera. El sufrimiento, sin duda, nos humaniza. En torno al período que presidió el Govern, se le murieron su padre y dos hermanas menores. Son golpes duros, ciertamente.


Él ha dicho que “en política, la vanidad, en caso de tenerla, se cura rápido cuando uno se enfrenta a la realidad”. Puede ser, pero creo que la chulería no se cura siempre. Dice que su talante es “un poco calvinista”, y destaca su hacer disciplinado a la hora de planificar sus compromisos. Asegura que “todos los días tienes que sentirte pequeño, que es lo que somos todos sin excepción”. ¿Será verdad?


Él afirma ser el tipo de persona que llega al fondo de las cosas. Quizá por esto le agrada ser calificado de ‘monje soldado’ y promueva actos austeros, elegantes y sencillos. Pero dice sentirse injustamente tratado por quienes le perciben como ‘guaperas de turno’ o ‘pijo de la Barcelona acomodada’.


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Él se presenta como “un humanista a quien le subleva la injusticia y a quien enamora la libertad”. ¿No resultan en exceso empalagosas sus puntualizaciones, su afán de quedar retratado con fino pincel? Hay mucha pomposidad con su consiguiente hipocresía.


Es normal que se sintiera “fuerte, muy animado y feliz” de dar inicio a su mandato, al sentir los “apretones de manos y besos y abrazos de amigos y personas desconocidas que se habían concentrado allí para darme la bienvenida”. Aunque también dice que con el paso a la vida pública se pierde intimidad, privacidad y prestigio.


Pero, ¡ay!: “el corazón lleno de ilusión y Catalunya en la cabeza”; claro, la suya; Catalunya no es única si es de todos. Siempre las grandes frases. En la vida pública estamos inundados de ellas, las cuales generan más vaciedad y más dependencia. Esfuerzos permanentes “para estar en contacto con el país, tocarlo, palparlo, auscultarlo”, todo ello sin rencor, sin sed de venganza, sin estar hipotecado con nadie. Sí: ‘Cabeza fría, corazón caliente’, piel dura pero sin arrugas en el alma. ¡Dios!

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