miércoles, 7 de mayo de 2025 14:27
Opinión

EL MURO DE VARSOVIA

Rubén Olveira
Rubén Olveira

Una pared de tres metros de altura y dieciocho kilómetros de largo, casi 20 años antes de la construcción del muro de Berlín, separaba el Gueto de Varsovia de la "zona aria", donde vivían los polacos cristianos de la ciudad. Dentro de este pequeño espacio urbano, llegaron a hacinarse cerca de 400.000 judíos.

Una pared de tres metros de altura y dieciocho kilómetros de largo, casi 20 años antes de la construcción del muro de Berlín, separaba el Gueto de Varsovia de la "zona aria", donde vivían los polacos cristianos de la ciudad. Dentro de este pequeño espacio urbano, llegaron a hacinarse cerca de 400.000 judíos. En aquel momento, este número de personas representaba el 30 por ciento de la población de Varsovia, aunque el espacio utilizado para su confinamiento era de, apenas, algo más del dos por ciento de la superficie de la urbe. El gueto fue establecido por los alemanes en octubre de 1940. Durante un año y medio a partir de esa fecha, los judíos de esa capital y de otros pueblos cercanos fueron internados a la fuerza en el gueto. Una serie de enfermedades, principalmente el tifus, sumadas al hambre de sus habitantes, diezmaban constantemente la población sometida. La ración diaria de comida para los polacos no judíos era de 1800 calorías; a los alemanes les pertenecían raciones de 2400. Mientras que a los judíos sólo les tocaban 184 calorías diarias.


A principios de 1942, los líderes alemanes decidieron, en Wannsee, exterminar a los judíos del continente. Era la primera fase de la Operación Reinhard, nombre de un siniestro personaje conocido también como "el carnicero de Praga", debido a su saña represiva en las tierras de Moldavia y Bohemia. A mediados de 1942, el campo de exterminio de Treblinka se había acabado de construir, justo cuando se ordena el comienzo de la liquidación de los habitantes del gueto. En abril de este año se ha cumplido el 71 aniversario del heroico levantamiento del gueto de Varsovia, comandado por Mordechai Anielewicz. Tal vez, si en otros guetos judíos de Europa se hubiera reproducido tal clase de resistencia, otra hubiera sido la suerte de los invasores y de la impunidad con la que actuaron. Y quizás, el pueblo alemán, que tanto ha insistido en alegar la poco creíble afirmación de que desconocía la existencia de los campos de exterminio, hubiera tomado conciencia de la monstruosa brutalidad de sus dirigentes.

Así como no hay razones que puedan justificar la bestialidad de estos hechos, ni excusarlos u olvidarlos, tampoco hay nada que pueda aprobar los bombardeos de Israel contra los edificios civiles palestinos en Gaza.


Más allá de las cuestiones políticas y militares que impulsan al gobierno israelita a lanzar misiles contra escuelas y hospitales palestinos, pervive el fatal recuerdo de lo padecido por los judíos en el genocidio nazi durante la segunda guerra mundial. Este recuerdo debería servir de freno y espejo al gobierno de Israel en los ataques que en este momento ejecuta contra la población civil de la Franja y que tanto nos traen a la memoria los crímenes perpetrados por los alemanes contra la humanidad, en aquella negra etapa de la Europa del siglo XX.

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