Mi abuelo, entre relatos con las que nos entretenía a mi primo y a mí por las tardes, nos refirió la manida historia del muchachito que le comunicaba a su madre que esa mañana, muy temprano, cuando se dirigía a su trabajo, se había encontrado en la calle una bolsita con monedas. La madre le contestaba que a los que madrugan Dios les ayuda. Y el chico le replicaba que más había madrugado quien las había perdido.
Como si de un combate dialéctico se tratara, se diría que todo refrán tiene su antítesis.
También nos contaba que cierto individuo tramposo se dirigió a un mercadillo a comprar una sartén. Encontró la que se amoldaba a sus necesidades y pagó al puestero con monedas falsas. Mientras marchaba, se iba diciendo: "Al contar será el llorar", ignorando que, quien le había vendido el utensilio de cocina repetía a su vez para sí: "Al freír será el reír", pues le había entregado un cazo que tenía un agujero en el fondo.
Hace ya muchos años, por navidades, en un recorrido en autobús, oí la siguiente sentencia, dicha en voz alta por un hombre cuarentón que daba la impresión de que había bebido por demás: "Vale más ser rico y sano, que pobre y enfermo".
De inmediato, una señora mayor le increpó que eso que él decía no era de ese modo, sino de esta manera: "Vale más ser pobre y sano, que rico y enfermo".
El hombre le contestó que si bien él estaba un poco ebrio, sabía lo que estaba diciendo. Argumentó que si eres rico y estás bien de salud, lo tienes todo. Por el contrario, si eres pobre y estás enfermo, ya puedes imaginar lo que te toca. Después de una breve pausa, el beodo le preguntó a la mujer que le había corregido si ella creía que todos los ricos estaban enfermos. Litigio entre dichos y refranes contradictorios, difícil de dilucidar.
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