viernes, 29 de marzo de 2024 13:55
Opinión

De Montesquieu a Bolívar

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

El domingo se me atragantó un calçot cuando la locutora de uno de los telediarios leía, con parsimonia insana, los resultados de la primera vuelta de las regionales francesas, donde los gabachos daban su voto mayoritario a Marine Le Pen y a continuación, se fumaban un puro, como si lo del xenofobia y la violencia ultra fueran cosa de un pasado muy remoto. La República se había despertado de su sueño bipartidista y le pegaba una patada en el trasero a socialistas, comunistas y derecha civilizada por su mal uso del poder que les ha llevado a que los franceses sientan miedo en su propia tierra .Hasta en la Catalunya Nord que había sido concienzudamente trabajada por las huestes de Mas y Junqueras había sucumbido al dulce encanto de la hija rubia de Le Pen votándola frenéticamente como si los catalanes del norte quisieran decirle a sus hermanos del sur que son una pandilla de insensatos que se han perdido en el camino a Itaca y no saben que con los herederos de Franco o de Hitler se vive mas seguro.


Y mientras eso pasaba en la tierra de Montesquieu, en la de Simón Bolivar, los venezolanos le atizaban al chavismo en mitad sus dipolos ,bajándole del poder con un guantazo de mayoría absoluta que promete ofrecernos un futuro de cárceles vacías de disidentes politicos y un Palacio de Miraflores asediado por la oposición a Nicolás Maduro Moros, que intentará por todos los medios que no acabe su mandato e incluso llegue a sentarse en el mismo banquillo que Él orangután había reservado para el Alcalde de Caracas o para Leopoldo Eduardo López y unos cuantos compatriotas mas. El acuerdo entre Estados Unidos y Cuba ha acabado por dejarlo sin sustrato ideológico y pretender seguir escondiéndose tras el retrato de Chaves es tan inseguro como querer gobernar en la Argentina recordando que un día fuiste la esposa de Néstor Kirchiner y que todavía te llamas Cristina Fernández, la superpresidenta.


Y si el poder ejecutivo todavía está en Venezuela en manos de Maduro, será la Asamblea, que es la dueña y señora del otro poder, el legislativo, la que acabe de cuadrar un país, en el que los asesinatos han convertido a Caracas en la capital mas insegura del mundo y a un estado que nada en petróleo, en la nación mas pobre de Suramérica, en la que escasea casi todo lo básico pero por encima de cualquier cosa, la libertad de expresión.

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