UNA VIDA DE PELÍCULA

En una Catalunya en blanco y negro, en el que se están debatiendo una y otra vez los mismos debates que hacen ochenta años, con una Generalitat enloquecida, y con el objetivo final de no llegar a ningún sitio, da gusto encontrar un libro tan enriquecedor como ‘Conde Harry Kessler. Diario 1893-1937’ (Libros de Vanguardia).

Entre leer las inquietudes de Artur Mas, los pensamientos de Quico Homs o la vida de película de un aristócrata que estuvo en el medio de todos los meollos de la convulsa Europa del primer tercio del siglo XX, no hay color.

Nuestros jóvenes con doce años se alternan entre darle al móvil o al mando de la consola. Como en esos tiempos la tecnología no llenaba el tiempo de la chiquillería a este hombre, entonces chaval, le dio por escribir un diario que se prolongó durante décadas.

Era la época en que Barcelona, en vez de encerrarse en si misma, y solo abrirse para llenar la caja vaciando las carteras de los turistas, era, según este noble, “una ciudad sin igual en el Mediterráneo. En comparación con ella, Nápoles y Genova son provincianas”. Ahora no quiere ser la capital del Sur de Europa. Con serlo de “Trespercentlandia” tiene bastante.

Será por la miseria moral que nos rodea en Barcelona y aledaños. Será por las ganas de descubrir otras formas de ver el mundo. Por lo que sea, leer las andanzas de este Conde en la Primera Guerra Mundial o en la Europa de entreguerras, sus viajes por medio mundo, sus pensamientos y sus reuniones, resulta apasionante.

534 páginas de historia de nuestra civilización en forma de dietario y escrita de forma amena. Un buen libro. Porque no se trata de empatizar ni de compartir los puntos de vista de un noble alemán, se trata de ver cómo era y como pensaba una clase social que ha sido sustituida por la aristocracia de las finanzas. Por eso merece la pena.