La vuelta de los archivos de Salamanca a la Generalitat y a los herederos de los propietarios de la documentación más personal ha sido larga, dura y con bastantes desencuentros entre las distintas instituciones. Pero al final el tema se ha resuelto.
Ahora hay una batalla entre el Gobierno de Aragón y la Generalitat, porque Aragón reclama 97 piezas artísticas que se encuentran en el Museu Nacional de Catalunya y en el Museu de Lleida pero que son propiedad de la iglesia maña. A lo largo de los últimos años se han venido produciendo una serie de disputas hasta llegar a los juzgados porque las palabras “negociación” y “voluntad” cada vez se distanciaban más por ambas partes.
La situación ha llegado hasta tal punto, que una juez de Huesca finalmente ha dado la razón al Gobierno aragonés y ha dictado un auto en al que obliga al de Puigdemont a devolver a los vecinos maños, antes del 25 de este mes, las 97 piezas.
Ante esta situación, el Parlament también ha metido cuchara y por la vía de urgencia ha aprobado una resolución, con 102 votos a favor y 25 abstenciones, en la que insta al Govern a tomar todas las medidas necesarias para que las piezas se queden en Cataluña. Es curioso que partidos tan distintos hayan votado lo mismo. La CUP y el PP están de acuerdo en algo.
Hay tanta coordinación entre los partidos de allí y de aquí, que socialistas, peperos y podemitas de Aragón han votado lo contrario y han calificado de “insulto” la resolución del Parlament de Cataluña.
Pues no es por llevar la contraria, pero el Gobierno de Aragón tienen razón: las piezas son suyas y deben volver a sus legítimos propietarios, nos guste o no, lo diga el Parlament, el conseller Vila, el “católico” de Collboni o la burra Paca.
Si Cataluña recuperó el archivo de Salamanca, Aragón debe recuperar sus obras de arte, pues la verdad y la justicia deben aplicarse a todos por igual. Dejémonos de marear la perdiz. Solo hay una vara de medir, no dos.
La verdad es que a este Govern que no gobierna un carajo le falta, entre otras cosas, inteligencia, responsabilidad, justicia, sentido común y le sobra, eso sí, prepotencia, complejo de superioridad y diálogo.
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