jueves, 28 de marzo de 2024 09:41
Opinión

LA MADRE DEL CORDERO

Manuel Ignacio Cabezas González
Manuel Ignacio Cabezas González

UEVerguenza


LAS LECCIONES DE LA HISTORIA


Se suele decir que si olvidamos la historia, corremos el riesgo de repetirla. Observando la gestión que hace la Unión Europea (U.E.) de los flujos migratorios de refugiados y de exiliados económicos, da la impresión de que la Europa de los 28 no tiene memoria histórica de lo que les sucedió a nuestros antepasados, los romanos. Por eso, no es ocioso echar una mirada hacia la caída del Imperio Romano y tender puentes entre el pretérito y lo que puede suceder mañana o pasado mañana, si los políticos y burócratas de la U.E. no recuperan la memoria histórica y no sacan las lecciones oportunas para no cometer los mismos errores que los romanos. En efecto, estamos a punto de que la historia se repita.


LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO


Entre los grandes imperios que en el mundo han sido, el más importante, para el mundo occidental, fue sin duda el Imperio Romano. Como todos sabemos, tuvo su origen en la expansión de su capital, Roma, que progresivamente extendió su dominio sobre todas las tierras ribereñas del que llamaron Mare Nostrum.


Históricamente, se puede constatar que el destino de los imperios coincide con lo que sucede a los seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y mueren. El Imperio Romano no escapó a esta ley. Su caída-destrucción, como todo lo que acaece en este mundo, no obedeció a una sola causa sino que fue el resultado de la convergencia de una serie de causalidades.Entre otras, los historiadores señalan la expansión del cristianismo, la pérdida de la divinidad de los emperadores, la corrupción galopante, la crisis económica y social, el apetito de poder de los generales y las guerras civiles, el éxodo rural, la división del impero tras la muerte de Teodosio en el 395 d. C., el desapego de los romanos por la vida militar, etc.


Ahora bien, la chispa que provocó su caída anunciada fue la “barbarización” de las legiones romanas. Ante la desafección por la vida militar de los ciudadanos romanos, se confió la defensa de las fronteras del Imperio a mercenarios, i.e. a las tribus bárbaras apostadas en las fronteras naturales del mismo: las riberas del Rin y del Danubio. Estas legiones “barbarizadas” fueron las encargadas de impedir la entrada en el Imperio de las tribus bárbaras situadas más allá de sus fronteras. Sin embrago, estas legiones de mercenarios no tenían la disciplina militar, ni disponían de los equipamientos militares necesarios, ni tampoco eran leales a Roma, como las legiones prístinas. Y, ante la presión de los pueblos bárbaros, pasó lo que se quería evitar: la invasión del Imperio y la destrucción del mismo.


LA PREVISIBLE CAÍDA DE LA UNIÓN EUROPEA


Hoy, la Unión Europea se encuentra en la misma encrucijada que el Imperio Romano en el s. III d. C. A sus puertas, en sus fronteras, se encuentran, apostados y a la espera de poder entrar, cada vez más millones de seres humanos (refugiados e inmigrantes). Éstos son atraídos por el Estado de Bienestar del que disfrutamos los occidentales; pero, sobre todo, están huyendo de la crisis económica de sus países, de la miseria, del terror de la guerra y de una muerte segura (cf. Programa “Salvados” del 16.10.2016).


Ante los intentos de estos seres humanos desahuciados y desesperados por llegar a Occidente, la historia se repite y la respuesta de la U.E. es análoga a la de los romanos ante el peligro de invasión de los “bárbaros” (extranjeros para los romanos). En efecto, la U.E., en vez de coger este morlaco por los cuernos, se ha dedicado sólo a proteger y sellar sus fronteras, saltándose a la torera tratados internacionales y sus valores fundacionales: dignidad humana, libertad, igualdad, estado de derecho y respeto de los derechos humanos. Este comportamiento denota, por parte de la U.E. ceguera y/o ausencia total de empatía y/o amnesia interesada, etc. Para defenderse de los “nuevos bárbaros” e impermeabilizar sus fronteras, la U.E. ha confiado la defensa de las mismas a tres gendarmes o países mercenarios.


Para las fronteras del este, a la que llegan los refugiados sirios por la ruta del mar Egeo, la U.E. ha comprado los servicios de un país tercero: Turquía. El pasado 18 de marzo de 2016, ésta firmó un pacto con la U.E. por el que se comprometió a mantener en su territorio a los más de 2,7 millones de sirios ya residentes en Turquía y a impedir que los sirios que lleguen, en el futuro, abandonen sus fronteras. En contrapartida, Turquía recibirá, para empezar, 6.000 millones de euros; por otro lado, se le ha prometido que serán aceleradas las negociaciones para que pueda formar parte de la Unión; además, se hará lo necesario para que los turcos puedan acceder a la U.E. sin visado; la U.E. mirará también para otro lado ante el deterioro de los derechos humanos y de las libertades en Turquía, etc. Algunos analistas han tildado este acuerdo de “soborno” indecente por parte de la U.E. y de “chantaje” inaceptable, por parte del presidente Erdogan.


Para los flujos de migrantes árabes y subsaharianos, los gendarmes de la U.E. son principalmente dos países europeos: Italia, que controla la ruta central del Mediterráneo (entre Libia-Italia) y España, que es el filtro-tapón en la ruta occidental (entre Marruecos-España). Cada año, en aguas del Mediterráneo, ambos países rescatan a decenas de miles de inmigrantes o de refugiados y también a miles de náufragos, que perecieron en el intento. Los náufragos vivos son internados y retenidos en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) o en Centros de Acogida de Refugiados (CAR). Distintos nombres para designar una misma realidad, que algunos han calificado de auténticas cárceles o campos de concentración. En efecto, los internos están retenidos-detenidos, a la espera de lo que se hará con ellos (expulsión o trámites muy lentos de regularización). Esto ha provocado protestas y actos violentos por parte de los internados. Pensemos en los recientes motines en los CIE de Aluche (Madrid) y de la Zona Franca (Barcelona) de los últimos días. Pensemos también en el desmantelamiento del campo de refugiados “La Jungla” (Calais, Francia) y el incendio en el campo de refugiados de Lebos (Grecia) de esta misma semana.


LA MADRE DEL CORDERO


La U.E., como Roma,pretende sellar sus fronteras para impedir la llegada de refugiados e inmigrantes. Ahora bien, como reza el refrán, no se pueden poner puertas al campo. Es tanta la miseria, es tanta la violencia, es tanto el dolor, es tanta la desesperación… de los que huyen, que la detención y el internamiento en CARs o en CIEsy la expulsión de la U.E. nunca les harán desistir de intentarlo una y otra vez. La experiencia de los últimos años lo confirma: son cada vez más numerosos los que pretenden llegar a Occidente. Para los inmigrantes políticos o económicos, la U.E. es la nueva arca de Noé o la única tabla de salvación, es el paraíso terrenal, es la tierra prometida “que mana leche y miel” (Éxodo 3:8). Sin embargo, para la casta política y los burócratas europeos, este paraíso terrenal, que es nuestro Estado del Bienestar, está amenazado por los flujos migratorios masivos.


Es evidenteque no se pueden abrir de par en par las fronteras. Por eso, habría que gestionar racionalmente los flujos migratorios. Ahora bien, esto sólo no es suficiente ni eficaz, si pensamos en el bienestar y la felicidad de todos (de los europeos y de los inmigrantes). Para evitar las migraciones masivas, se debería fijar la población en los países de origen. Y para esto, los países ricos del primer mundo no pueden seguir, como hasta ahora, saqueando los recursos de los países del llamado Tercer Mundo, saqueo que está en el origen de la miseria, de los conflictos, de las guerras, de la violencia, que empuja a los emigrantes a abandonar sus países.


Por eso, podríamos afirmar que lo que está sucediendo en las fronteras de la U.E. nos lo hemos ganado a pulso los ciudadanos europeos con nuestro depredador Estado del Bienestar. Seguir erre que erre por este camino es certificar el fin del sistema de vida occidental, como en su día la presión de las oleadas de los pueblos bárbaros en las fronteras del este del Imperio Romano fue el presagio del fin definitivo de un estilo de vida, que no podía seguir sin ser compartido con otros pueblos. Como ha afirmado un responsable subsahariano, los países del Tercer Mundo necesitan una “segunda descolonización”, para que acabe el expolio de sus riquezas, la esclavitud de sus poblaciones y las migraciones masivas.

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