lunes, 23 de junio de 2025 22:54
Opinión

El Rey Felipe VI ha pedido ser “constantes en la renuncia a los discursos totalitarios”

Carmen P. Flores
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Directora de Pressdigital

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Dicen que después de la tormenta viene la calma. Meteorológicamente hablando, sí; en otras materias, no siempre ocurre así, aunque puede atemperar la intensidad de los conflictos. Eso está sucediendo con la llegada al gobierno de la Generalitat de Catalunya de Salvador Illa, su presidente, que, desde que ocupa el Palau de la plaza de Sant Jaume, está aportando más tranquilidad a la vida en Catalunya. ¿Tiene un precio? Es más que probable que sí. Nada es gratis, y la política, como otros sectores, está inmersa en el mercadeo: yo te apoyo, a cambio de… Es lo que está ocurriendo. Al final se conocerá el precio que han tenido que pagar los socialistas catalanes por la tranquilidad que impera.

El independentismo, por todo lo sucedido, ha perdido fuelle: la gente que los apoyaba se siente traicionada, no sale a la calle a manifestarse como antes, y eso significa que las calles son de todos. Para eso pagan los impuestos todos los ciudadanos: para disfrutarlas con tranquilidad, sosiego y sintiéndose seguros. La inclusión social es algo que se echaba de menos en tierras catalanas. La normalidad institucional —que quiere decir respeto para todas las instituciones democráticas, gusten o no— debe ser la tónica dominante para proteger la democracia. Respetar solo lo que coincida con su ideología no es respeto, ni tolerancia. La democracia también es tolerancia, entre otras muchas cosas.

Este lunes de verbena en buena parte de España, el Rey Felipe VI visitaba Montserrat en una jornada de reconocimiento de la figura del Abat Oliva en el milenario de la fundación del monasterio. Un acontecimiento importante por dos razones: porque es la primera vez que el Rey Felipe, como monarca, acude allí —lo hizo en 2011 como Príncipe de Asturias—; y porque Montserrat es el lugar “sagrado” de los independentistas excluyentes. La presencia del Rey se puede interpretar como un sacrilegio. La verdad es que cualquier persona puede visitarla sin sentirse un hereje. Montserrat es un lugar de culto, aunque algunos quieran que sea otra cosa —que, es cierto, en los años duros lo fue—. La presencia de los Reyes en el monasterio forma parte de la normalidad cotidiana, de la institucional y, por qué no, de la social.

Decía Mahatma Gandhi que “la intolerancia misma es una forma de violencia y un obstáculo al crecimiento del verdadero espíritu democrático”.

El Rey fue recibido por el presidente Illa, el ministro Hereu, el delegado del Gobierno y el abad de Montserrat, Manel Gasch, quien en su intervención ha reivindicado la estabilidad de Montserrat en la cultura catalana. Por su parte, el Rey Felipe definía Montserrat como un gran punto de encuentro de la cultura catalana, española y europea. Del mismo modo, ha pedido ser “constantes en la renuncia a los discursos totalitarios, las identidades excluyentes, los prejuicios, los extremismos y las pretensiones de superioridad moral” y ha apoyado el viaje hacia el bien común. Asimismo, el Rey ha pedido ser "constantes en la renuncia a los discursos totalitarios, las identidades excluyentes, los prejuicios, los extremismos y las pretensiones de superioridad moral" y apoyar el viaje hacia el bien común. Decía el Premio Nobel de la Paz, Kofi Annan, que “la diversidad nos enriquece; la tolerancia nos une”.

Así que MontserrUn discurso valiente que no ha gustado nada a los partidarios de la exclusión, los intolerantes y esos que piensan que Catalunya es de discurso único… Se equivocan. La protesta que habían convocado para montarles el número a los Reyes no ha sido secundada: poca presencia.

Como era de esperar, las opiniones —que son libres— no se han hecho esperar. El presidente de ERC, Oriol Junqueras, manifestaba que la visita de los Reyes a Montserrat es “una falta de respeto a Catalunya”. Una opinión que es la suya. Seguro que hay quienes no están de acuerdo, porque piensan de otra manera. El problema siempre es el mismo: hablan en nombre de Catalunya, cuando este país es plural, tolerante y respetuoso con quienes opinan de diferentes maneras.

at, una vez más, para la normalidad democrática —esa que nunca debió perderse— y para mostrar que los ciudadanos de Catalunya son plurales, tolerantes y respetuosos con las instituciones, aunque a algunos no les gusten algunas de ellas. No sé quién dijo que “la tolerancia es esa sensación molesta de que, al final, el otro pudiera tener razón”.

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