viernes, 19 de abril de 2024 06:27
Opinión

EL TTIP, el dedo y la luna

Roberto Laxe
Roberto Laxe

Dice un proverbio oriental que "cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo". Sin animo de insultar, este proverbio viene a cuento del debate no publico que se está produciendo alrededor de las negociaciones entre los EE UU y la UE sobre un Tratado de Libre Comercio (TLC), que, según sus críticos, abriría las puertas de Europa a los apetitos de las multinacionales yankis, desmantelando el sistema de Estado del Bienestar que existe en el Viejo Continente; como si el "viejo continente" no fuera parte activa de esa negociación. 

Dice un proverbio oriental que "cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo".


Sin animo de insultar, este proverbio viene a cuento del debate no publico que se está produciendo alrededor de las negociaciones entre los EE UU y la UE sobre un Tratado de Libre Comercio (TLC), que, según sus críticos, abriría las puertas de Europa a los apetitos de las multinacionales yankis, desmantelando el sistema de Estado del Bienestar que existe en el Viejo Continente; como si el "viejo continente" no fuera parte activa de esa negociación. Dicho en lo concreto mientras los europeos miramos para Monsanto, nos olvidamos de la Bayer.


El TTIP -Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (conocido por el acrónimo en inglés TTIP)- traería el establecimiento de un sistema de relaciones comerciales, según el cual el poder de las multinacionales estaría por encima de los estados nacionales. Las normas y los controles estatales, o supraestatales como en el caso de la UE, quedarían en función de los intereses y los beneficios de las grandes empresas, facilitando sus movimientos, maniobras, etc.


La ingeniería financiera neoliberal con la que pretendieron maquillar las cuentas de resultados capitalistas durante años exploto en el 2007, cuando la contradicción entre capacidad productiva y baja de beneficios pone de manifiesto los límites del capitalismo. Hoy la economía mundial es un proceso que no tiene un eje claro sobre el que construir la recuperación, salvo por ese binomio extraeconómico que es el "dólar-marines", y el control de instituciones claves como el FMI o el Banco Mundial. Sin embargo, la tendencia interna es a una agudización de la caída de la tasa de ganancia, apuntando al "coste cero" de la producción, que conduciría al sistema al colapso.


Frente a ella hay fuerzas contrarrestantes que la mitigan, y una de las principales es la "ampliación del comercio", es decir, abrir nuevos mercados, vender más productos, etc. Este es el motivo que todas las potencias imperialistas estén a la busca de sus TLCs propios, es decir, la apertura de los mercados de los competidores a sus productos. Los EE UU lo tienen con Canadá y México. La UE tiene con el norte de África, al que al tiempo que saquea sistemáticamente, cierra las puertas a los pobres que quieren escapar. No hace ni diez días China acaba de suscribir un acuerdo de estas características, la Organización de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), con los estados ribereños al Pacifico, desafiando el intento de los USA de firmar un TLC con ellos, donde excluía formalmente a China.


A través de los TLCs y los acuerdos bilaterales que existen, las potencias imperialistas exportan capital y productos manufacturados, extrayendo de los países dependientes materias primas, mano de obra barata, y el pago de los intereses de las deudas generadas por la exportación de capital, que es una manera indirecta de saquear a la nación dependiente.


Esto no es, ni de lejos, lo que se negocia entre los EE UU y la UE en el TTIP. No se habla de una negociación entre desiguales, sino de una negociación ?sería más preciso decir "lucha"- entre las dos grandes potencias imperialistas en crisis; que buscan imponer uno al otro las condiciones para aumentar la explotación de la clase obrera, sea yanqui o europea.


Como toda "lucha" entre iguales en lo económico, triunfará el aspecto político ("entre dos derechos iguales, la fuerza es la que decide", Marx); y en esto los EE UU tienen una ventaja decisiva frente a la UE, son un estado con "una" política exterior unificada, mientras la UE es un "proto" estado con tantas políticas exteriores como estados la conforman. En esta pelea de "gallos", esta claro que se pone de manifiesto el dicho de que la UE es "un gigante económico, con los pies políticos de barro". Esta debilidad se concretó en la exclusión de las finanzas del marco de cooperación "regulatoria", que les hubiera llevado a negociar su actual nivel de regulación financiera y hacerlo más laxo, o sea, a desregular el sistema financiero yanki en beneficio de la banca europea.


El resultado del TTIP nunca será bueno para las poblaciones, ganen unos u otros, o alguien duda que las grandes multinacionales químicas y farmacéuticas europeas no buscan también el desregulamiento, o acaso alguien duda de que las "vacas locas" fue un fenómeno impuesto por los EE UU,... Pensar lo contrario conduce a apoyar a "nuestra buena" industria frente a los "malos" y "desreguladores" procedentes del otro lado del Atlántico; es el colmo del eurocentrismo.


Si en la UE se conservan algunas conquistas del estado del bienestar, cada vez más reducidas por los intereses de los capitalistas europeos ?se bastan y se sobran para atacarlo- es porque la población del continente esta más organizada y movilizada que la norteamericana o que la de su apéndice europeo, Gran Bretaña.


El TTIP hay que rechazarlo, no porque atente contra la soberanía de la UE y de unos estados que entre sus objetivos manifiestos está lograr ese desregulamiento, sino porque los capitalistas europeos buscan en otros mercados ya desregulados como el norteamericano, lo que aquí no han podido imponer del todo a sus poblaciones. Al tiempo, las negociaciones del TTIP ponen de manifiesto que la diplomacia secreta tiene que ser abolida ya pues significa un cuestionamiento de arriba abajo cualquier atisbo de democracia.

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