Trepas, lo que se dice trepas, ha habido en la historia de España para regalar, la diferencia entre el trepa histórico y el trepa contemporáneo es su categoría y sus artimañas para engatusar a los poderes.
Trepas, lo que se dice trepas, ha habido en la historia de España para regalar, la diferencia entre el trepa histórico y el trepa contemporáneo es su categoría y sus artimañas para engatusar a los poderes.
Me viene a la memoria la capa forrada de reales de oro del Conde de Villamediana que se hizo confeccionar para presentarse donde estaba la reina y llegar hasta ella. "Son mis amores reales", fue el lema que usó para darle doble sentido a su vestimenta. Llegó tan lejos en sus deseos de cercanía que consiguió quemar el teatro de Aranjuez para, simulando un salvamento, tocar un pie de la reina.
Mucho menos barroco tenemos a Godoy, de guardia de corps a Príncipe de la Paz, que engatusó a la esposa de Carlos IV al caerse de su caballo y mostrar a María Luisa su cuerpo serrano vestido de gala lo que dejó patitendida a la reina que le encumbró a la más alta magistratura hispana.
El trepa actual ha evolucionado, para mal de la especie, a un chiquilicuatre; se viste de dependiente de gran almacén; se arrima a personajes de segunda categoría y se hace autorretratos con los que mandan. Consigue, eso si, deslumbrar a una moza de buen ver apodada "la pechotes" y a algún cantamañanas de la administración y acaba procesado sin lograr su objetivo de ser un alto cargo.
Ni en bichos trepadores, España, ya no es lo que era. Ya digo, degenerando.
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