jueves, 28 de marzo de 2024 21:05
Opinión

Porque apoyar el proceso soberanista catalán "desde fuera"

Roberto Laxe
Roberto Laxe

Existe una tendencia inducida a considerar el proceso soberanista catalán como una cortina de humo para tapar los problemas fundamentales de la sociedad, y tienen parte de razón: si el gobierno central hubiera dejado decidir, es decir, con hacer un referéndum como acaban de hacer los escoceses quitarían mucha tensión al proceso, situándolo en la pregunta central: la soberanía de un pueblo ayuda o no la salir de la crisis.

Existe una tendencia inducida a considerar el proceso soberanista catalán como una cortina de humo para tapar los problemas fundamentales de la sociedad, y tienen parte de razón: si el gobierno central hubiera dejado decidir, es decir, con hacer un referéndum como acaban de hacer los escoceses quitarían mucha tensión al proceso, situándolo en la pregunta central: la soberanía de un pueblo ayuda o no la salir de la crisis.

El régimen a través del gobierno y los partidos del régimen (PP, PSOE, UpyD), a lo que ahora se suman sectores del ejercito, niegan el más simple de los derechos democráticos. Aqui es donde entra el porque "desde fuera" hay que apoyar el proceso catalán.

1.- Desde los medios de comunicación masivos se insiste en que existe un problema catalán, como antes era "el problema vasco"... o de alguna manera, "el problema gallego", de los que quieren que en Galiza se hable gallego, que no quieren los destrozos en la riqueza natural y se niegan a la emigración masiva, que gritan Nunca Mais cuando un gobierno central atenta contra una de sus fuentes de riqueza, etc. Insisten en que el Estado Español es armónico, un poco destartalado nada más. Con el apoyo de las fuerzas progresistas y de izquierdas del estado dicen que el problema estriba en que en esas naciones hay unos "iluminados" nacionalistas que quieren mudar la historia común española; inventando una historia distinta, sus "William Wallace" o "Robert the Bruce", ahora que lo escocés esta de moda, para justificar ilusiones románticas.

Estos medios admiten sin dudar la historia "oficial" española como si fueran hechos objetivos, no "iluminados" por el romanticismo español, no ideologizados. Como siempre, cuando hablan de "nacionalismos" se refieren a las "naciones periféricas", no a los que defienden a la nación española, ¡éstos no son nacionalistas!. Toda esta construcción ideológica tiene un objetivo político, negar que el problema "catalán", "vasco" o "gallego" sea un problema del Estado Español en general, y del régimen del 78 en lo concreto; de su conformación histórica.

Lo que es objetivo, y científico, es que la burguesía no fue capaz de conquistar la unidad nacional española a través de una revolución como la francesa, la inglesa o "reformas revolucionarias" como la alemana o la italiana. Fracasó en su legitimación frente los pueblos el Estado, tuvo que pactar con el absolutismo, y dejó la unidad "nacional" en las manos del ejército. Y ya sabemos como resuelve el ejército los problemas, esta en su "naturaleza" de instituto armado. El franquismo fue la expresión más brutal de esa "naturaleza" violenta del ejército, impuso la unidad "nacional" sobre los cadáveres de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras, de nacionalistas catalanes, gallegos o vascos; fue una unidad a la fuerza. Como toda "unidad a la fuerza", en realidad lo que esconde es una profunda desigualdad, el mantenimiento y profundización de las desigualdades.

Este es el primer motivo para el apoyo "desde fuera": el rechazo de la unidad impuesta por la fuerza de las armas, y mantenida por el régimen actual, por un principio eminentemente democrático. La ley no está por encima de la voluntad popular, sino que es emanación de esa voluntad popular: "demo" "cracia"", "poder del pueblo". En el franquismo las leyes estaban por encima de la voluntad popular, y no por eso era un régimen democrático.

2.- Otros, desde un punto de vista de "clase", se oponen porque "rompe la unidad de la clase obrera". Se olvidan, primero, que la unidad de la clase obrera es internacional, no referida exclusivamente a los marcos de un estado concreto. Esta unida desde China hasta Argentina, desde Canadá a Sudáfrica por uno hilo común, la explotación capitalista, que en la época actual de las multinacionales y el imperialismo tiene más sentido que en la época en la que Marx escribió el Manifiesto Comunista.

La unidad de la clase obrera no se rompe porque existan estados nacionales separados, si no porque hay políticas conscientes que los dividen, que los enfrentan; y la principal división la introduce el propio capitalismo en la búsqueda de apoyos sociales para mantener la opresión de las naciones, corrompiendo a un sector de la clase obrera de las naciones opresoras. Lenin, en el Imperialismo Fase Superior del Capitalismo, y antes Marx en su posición delante de la opresión irlandesa, demostraban cómo en la nación opresora existe una sección de la clase obrera que se beneficiaba de la existencia de naciones oprimidas, pues recogía las migajas de los beneficios de sus multinacionales. Lenin le llamó "aristocracia obrera", y tanto Marx como Lenin la situaban en el flanco de "izquierdas" de la burguesía de la nación opresora, frente a la nación oprimida.

En el caso español es especialmente grave la actitud centralista de la izquierda española: confunde unidad del estado con unidad de la clase obrera, como se fueran iguales. Y esto es falso. El estado español parte de una desigualdad entre los diversos territorios, unos aportan mano de obra barata y materias primas, mientras otros, reciben estos insumos. En medio (y en el centro geográfico y "mental" de la población) se sitúa el recaudador de impuestos, la capital, que ni produce ni exporta, solo absorbe. Esta es la condición central de la opresión de las naciones del estado español, su centralismo tiene su raíz en un capitalismo basado en la construcción de grandes infraestructuras al servicio de la "industria" clave, el turismo, y por lo tanto totalmente dependiente de los Presupuestos Generales del Estado. Romper esta cerrazón estructural abre las puertas a otras opciones para salir de la crisis con políticas que no sean las neoliberales de los gobiernos y la Unión Europea.

Desde la perspectiva del pueblo trabajador gallego, es el primer interesado -más si cabe que catalanes y vascos- en la ruptura de esta estructura centralizada. Los datos son para aburrir: el pueblo trabajador gallego no le debe nada, absolutamente nada, al Estado Español, salvo emigración -mientras en cien años la población española se multiplicaba por 4, la gallega no llegaba ni a dos-, retraso industrial inducido -la prohibición expresa de la UE y el Gobierno español, de construcción de buques civiles en ASTANO/Fene es el caso mas claro-, y políticas territoriales que fomentan la emigración -la inexistencia de un servicio publico de transporte colectivo que fije población se concreta con un retraso en sus medios de más de 50 años en el transporte ferroviario-.

3.- Este argumento podría utilizarse para enfrentarlos con vascos y catalanes, receptores de muchos de los emigrantes gallegos, favorecidos por las políticas de los gobiernos centrales, dueños de sus riquezas e industrias (Iberdrola, Gas Natural) o beneficiarias del desmantelamiento de su sistema financiero (Caixabank, Banco Sabadell/Banco Gallego); y es cierto. Las burguesías vasca y catalana se benefician de la existencia del estado. Si levantan la independencia es con el único objetivo de presionar al Estado para que les conceda más privilegios, no porque procuren una mejora para sus poblaciones trabajadoras. Su independentismo termina en los derechos de la clase trabajadora, en esto son tan burgueses como el PP o el PSOE, y en los presupuestos estatales.

Pero dentro de sus poblaciones existen sectores de la clase trabajadora y de las "clases medias" que consideran que bajo el estado español es imposible su desarrollo; que consideran que es mas fácil defender el estado del bienestar y luchar por mejoras sociales bajo un estado catalán o vasco. Y existe un argumento de peso para esta consideración: como se entiende que teniendo el 18% de la población, Madrid tenga el 85% de las sedes sociales de las empresas españolas, donde se ubica el poder economico real.

No se corresponde la población que tiene con el papel en la estructura de las empresas. Madrid, como capital del Estado, concentra los centros administrativos no sólo del propio estado, sino también de las grandes empresas españolas, que por su estructura y actividades (constructoras y bancos) dependen de las subvenciones y concesiones del estado, por lo que estar "cerca" de él para las "mordidas". Por el contrario, los centros productivos de la mayor parte de ese 85% de empresas están fuera, en la llamada "periferia". Esta es la base social concreta del nacionalismo español, ese cuerpo de altos cargos y funcionarios, de gerentes y administrativos que viven de la existencia del Estado Español; por eso, no pueden ni tan siquiera permitir cualquiera "veleidad" independentista: perderían su medio de vida, el Estado Centralista Español.

4.- Para restaurar la unidad es preciso reconstruir la confianza entre los pueblos, acabar con el apoyo de sectores de la clase trabajadora española a las campañas "anticatalanas" o "antivascas"... de rasgos xenófobos respecto a gallegos, andaluces, extremeños. Eso, tras siglos de opresión, sólo puede hacerse sobre la base del ejercicio del derecho a la autodeterminación, del derecho a decidir de un pueblo. Pero para reconstruir esa unidad, las poblaciones trabajadoras de las naciones oprimidas tienen que romper la confianza en las organizaciones independentistas que ciñan cualquier salida política a sus fronteras nacionales.

La constitución de un nuevo estado es el derecho inalienable de una nación, sin embargo, no puede hacerse contra los trabajadores / trabajadoras de otros pueblos, pues se podrían el servicio de sus clases dominantes, creando una nueva división entre la clase trabajadora. Respeto el ejercicio del derecho a la autodeterminación, llegando a la independencia, sí; unidad con la clase trabajadora de las demás naciones, no sólo sí, sino imprescindible para que el nuevo estado no sea un nuevo estado explotador y opresor. Esta aparente contradicción se resolvería a través de la convocatoria inmediata de una Asamblea Constituyente que decidiera sobre la forma republicana del estado, garantizará el ejercicio del derecho a la autodeterminación y rompiera con la Unión Europea, no para el caer en el aislamiento nacional como proponen algunos, sino para superarla a través de una Federación Libre de Estados que apunte a una salida social a la crisis.

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