martes, 23 de abril de 2024 10:58
Opinión

¿POR QUÉ LA DIADA EN TARRAGONA?

Rafael Arenas García
Rafael Arenas García

Junta directiva de la Societat Civil Catalana 

Es habitual que los países celebren una fiesta nacional, un día en el que los ciudadanos muestran su satisfacción por formar parte de una determinada comunidad. Casi nadie ignora que ese día es el 4 de julio en Estados Unidos o el 14 de julio en Francia. Las regiones (o, como se diría en forma más técnica, las entidades subestatales) también suelen tener un día especial. En el caso de España creo que ninguna de las Comunidades Autónomas ni de las Ciudades Autónomas carece de ella.

Es habitual que los países celebren una fiesta nacional, un día en el que los ciudadanos muestran su satisfacción por formar parte de una determinada comunidad. Casi nadie ignora que ese día es el 4 de julio en Estados Unidos o el 14 de julio en Francia. Las regiones (o, como se diría en forma más técnica, las entidades subestatales) también suelen tener un día especial. En el caso de España creo que ninguna de las Comunidades Autónomas ni de las Ciudades Autónomas carece de ella.

La elección del día de la fiesta nacional (quedémonos con ese nombre genérico sin polemizar sobre si el tener "fiesta nacional" convierte a una comunidad en nación) responde a razones variadas y puede ser objeto de debate y discusión. En Estados Unidos la fiesta recuerda lo que podría ser el cumpleaños del país (el aniversario de la Declaración de Independencia), y así lo hacen otros muchos Estados que eligen el día de la independencia como fiesta nacional. En Inglaterra la fiesta es el santo del patrón del país, San Jorge, el 23 de abril, por tanto. En España el 12 de octubre recuerda la llegada de Colón a América (lo que también se celebra en otros muchos países, incluido Estados Unidos) y en Cataluña se ha optado por conmemorar la capitulación de Barcelona ante las tropas borbónicas en el año 1714, en el epígono de la Guerra de Sucesión.

La oportunidad de hacer caer la fiesta nacional en uno u otro día puede, como decía, ser discutida. Yo mismo no estoy nada contento ni con la elección de la fiesta nacional española ni con la de la catalana. En cuanto a la fiesta nacional de España mi propuesta sería el 19 de marzo, aniversario de la proclamación de la Constitución de Cádiz de 1812 y auténtico nacimiento jurídico de España como unidad formal tras los más de tres siglos de progresiva y conflictiva integración política. En cuanto al día de Cataluña, me parece mucho más apropiado que nuestra fiesta sea el 23 de abril que el 11 de septiembre por razones que sería largo detallar aquí y que, en el fondo tampoco importan tanto a efectos de lo que ahora me interesa, porque más allá de mis criterios personales (aunque sean compartidos, como creo que son estos); a lo que tenemos que atenernos es a la elección que ha realizado quien tiene autoridad para ello. En el caso del 12 de octubre las Cortes Españolas, que por Ley declararon el 12 de octubre como Fiesta Nacional en el año 1987. En el caso de Cataluña es el Estatuto de Autonomía donde se establece que la fiesta de Cataluña es el 11 de septiembre.

Esos días elegidos por quienes nos representan a todos son, por tanto, aquellos en los que estamos llamados a celebrar nuestra pertenencia a las comunidades en las que nos integramos como individuos. Ciertamente, una celebración de este tipo puede ser objeto de críticas bastante obvias, ya que, en primer lugar, habitualmente la pertenencia a uno u otro país no es objeto de elección, sino mero fruto del azar, por lo que sentirse orgulloso de ser español (y dentro de ello, andaluz, catalán, gallego o lo que sea), inglés o iraní no deja de ser tan absurdo como la confesión de la beata castellana que nos relata en "El Camino" Miguel Delibes, aquella que se acusaba ante el párroco de que de haber nacido en Inglaterra sería anglicana. Además, este tipo de celebración que pone el acento en la integración en un determinado grupo puede fácilmente derivar hacia la confrontación o, al menos, la rivalidad con otros grupos. Un cierto eco tribal subyace, quizás, en las celebraciones nacionales.

Puede ser esta la razón de que días como estos no suponen habitualmente más que una jornada de asueto apropiada para pasarla en familia o con los amigos. Existen, sin embargo, circunstancias que hacen cambiar la percepción de este tipo de fiestas. Esas circunstancias son las que aparecen especialmente en aquellos momentos en los que la propia configuración de la comunidad política a la que pertenecemos está en peligro. No se oculta a nadie que ésta es precisamente la situación que vive Cataluña (y, por tanto, también España) actualmente.

Es en estos momentos de peligro cuando se hace patente la relevancia que tiene la pertenencia a una determinada comunidad política. Cada individuo de forma aislada ni puede atender a sus necesidades ni a la de su familia ni plasmar en la realidad su idea de justicia ni contribuir de forma eficaz a la solidaridad y al bienestar propio y de aquellos con los que se relaciona. Solamente en un grupo organizado políticamente podemos desarrollarnos como individuos. Cuando percibimos esto nos damos cuenta también de la relevancia que tiene nuestra integración en estos grupos que damos por naturales y descontados, y es también entonces cuando somos conscientes de la responsabilidad que tenemos en su preservación y en su organización y funcionamiento. Por decirlo claramente, asumimos que ser ciudadano no solamente es una fuente de derechos, sino también de obligaciones y tareas.

En este contexto ?que es el que vivimos ahora en Cataluña- la celebración de la fiesta nacional adquiere una relevancia mayor. Ya no puede ser un simple día de vacaciones, sino que es también la jornada en la que todos estamos llamados a mostrar cuál es la comunidad que queremos. La mínima lealtad institucional a quien legítimamente ha determinado cuál es el día de esa fiesta nacional obliga a que con independencia de que se defienda la modificación de la fecha, sea en ese día democráticamente designado en el que manifestemos nuestra responsabilidad con la comunidad en la que nos integramos.

Desde hace años la Diada de todos los catalanes ha sido secuestrada por quienes defienden una opción que, en realidad, supone la desaparición de Cataluña; pues la Cataluña realmente existente no lo es fuera de España, sino que solamente se entiende como una parte en un proyecto más amplio, el proyecto español. La Diada ha de ser reivindicada como una fiesta que responde a esa realidad y no a proyectos que ni convienen a Cataluña ni a la mayoría de los catalanes llevándonos a un más que probable desastre y rompiendo el auténtico ser de esta tierra. Es, por tanto, necesario que se retome el sentido común y celebremos ese día, la fiesta de Cataluña, como se merece, como un día de concordia y no de enfrentamiento, como un día en el que se ha de reconocer a Cataluña como una parte inseparable de un proyecto más amplio, España y Europa. Es necesario celebrar la auténtica catalanidad que siempre ha sido a la vez hispanidad. Es preciso recuperar los valores que han identificado a los catalanes más allá de artificiales enfrentamientos con nuestros compatriotas, el resto de los españoles.

Es por eso que este año es más necesario que nunca celebrar la Diada y acudir a Tarragona en la tarde del 11 de septiembre. Yo iré.

Rafael Arenas García

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