EL BOTIJO

A miles, me dice un amigo experto de la cosa, han salido eso que llaman "app" con las que se pueden hacer multitud de cosas con los nuevos teléfonos que tienen desgastado el dedo del personal de tanto darle a la pantallita.

A miles, me dice un amigo experto de la cosa, han salido eso que llaman "app" con las que se pueden hacer multitud de cosas con los nuevos teléfonos que tienen desgastado el dedo del personal de tanto darle a la pantallita.

Sin parar, las marcas más señeras producen nuevos modelos de teléfono para que quepan las susodichas "app" y uno resulta un "pringao" si no dispones del último modelo de cacharrillo.

Se incorporan a la mecánica de los coches una infinita cantidad de pantallitas que necesitan un conductor experto para su manejo y un ingeniero para las reparaciones.

Las redes sociales traen de cabeza a los políticos que no paran de escribir chorradas en lugar de estar a lo que tienen que estar.

Se me antoja que, en el futuro, la humanidad doliente va a ser una millonada de gentes mandando mensajes de un lado a otro del globo con contenidos tan profundos como uno que me acaba de enseñar mi amigo el experto: "Acabo de desayunar".

Torpe como soy en asuntos económicos, dudo mucho que todo esto no sea sino otra burbujilla de esas que explotan cuando menos lo esperamos y, si tuviera edad, ánimo y habilidades suficientes para ser eso que llaman "emprendedor" me pondría a fabricar botijos u otros utensilios de similar factura por si pasa la fiebre de ir todo el tiempo con la cabeza gacha, el dedo inquieto y entran ganas a la tropa de beber agua fresquita.