"Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son por ser sentencias breves sacadas de la lengua y discreta experiencia; y el que yo digo, "Iglesia, o mar, o casa real"
"Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son por ser sentencias breves sacadas de la lengua y discreta experiencia; y el que yo digo, "Iglesia, o mar, o casa real"". Dice el Quijote en aquel capítulo "Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos".
Estos eran los tres destinos laborales que las gentes de humilde condición tenían en el siglo XVI; la mar, con la aventura de las Indias y los sueños de fortuna; el servicio al Rey para dejarse el pellejo en las guerras de Flandes y meterse a fraile en cualquiera de los cientos de conventos que poblaban la tierra hispana que garantizaban un plato de comida.
Esta historia nuestra, que tiene por costumbre ser como las pescadillas que se muerden la cola, está volviendo a resurgir en estos extraños tiempos y que nos están llevando por los mismos o parecidos caminos.
Mar o distancia que viene a ser lo mismo, para vivir la aventura y el sueño de encontrar futuro más esperanzador en otras tierras; milicia o servicio al Rey y el sacerdocio que es resguardo místico de los males mundanos.
El síntoma, lo encuentro en el seminario de Sigüenza que llevaba varios años sin aspirantes y este año celebran las autoridades eclesiásticas el ingreso de tres seminaristas que volverán a dar vida a las aulas desiertas.
Sin dudar de la fe que animará a los aspirantes a la tonsura, este retorno se me antoja una vuelta al siglo que narraba Cervantes en su obra inmortal.
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