Hay que ver la matraca que dan los partidos con lo de las primarias que se ofrecen a los paisanos como si fuesen la pera limonera de la democracia.
Como no pertenezco a ningún partido, quiero dejar constancia que me trae rigurosamente al fresco que hagan primarias, secundarias o terciarias, allá ellos. Pruebas tenemos y recientes, de cómo, con primarias o sin ellas, al final sale el que deciden los que parten el bacalao partidario; eso sí, revestido de la púrpura de un paripé teatral que da lustre al elegido.
Una vez, en mis años mozos, acudí a unas oposiciones a cátedra de un ilustre profesor de la Facultad de Derecho; tres candidatos leían sus bondades: El susodicho y otros dos aspirantes más que, evidentemente, no reunían ni la décima parte de méritos que el ilustre jurista presentaron sus candidaturas. Como no entendía aquel desnivel entre unos y otros, pregunté a mi vecino de asiento por las razones de tales diferencias: Es un trámite, me dijo, todo el mundo sabe quién será el nuevo catedrático pero hay que vestir el muñeco.
Con esto de las primarias pasa lo mismo; se presenta el elegido por el divino dedo y se buscan dos o tres peladillos que hagan el numerito de oponerse.
Elijan como mejor les plazca quien mande en el partido, con primarias o con el dedote, por mi parte, lo que sueño es un cambio en la ley electoral cercano a la británica donde cada diputado responda ante el elector, ajeno a disciplinas de quien hace las listas y con capacidad para votar libremente en función del mandato recibido de quienes votamos. Lo demás son zarandajas.
Andrés Madrid
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