Los que hemos tenido la suerte de haber nacido en Galicia y ya no estamos en ella, hemos aprendido a leer entre líneas desde la cuna. Es la lección de supervivencia que recibimos de nuestros mayores, en una tierra rica, pero siempre mal gobernada por caciques a los que les confieso sin rubor, detesto profundamente. Por tradición e historia sabemos que los buenos políticos casi nunca se quedan "na terra" para defenderla apasionadamente como hizo el bueno de Alexandre Bóveda que allí se quedó definitivmnte un 17 de Agosto de 1936 porque otros gallegos mal nacidos le fusilaron como a las trece rosas madrileñas.
Alli, en la nación gallega, lo que priva es irse a Madrid a ocupar un Ministerio, como ya los han hecho Pio Cabanillas, Manuel Fraga,Roman Becaria, Juan José Rosón o Sancho Rof o más recientemente Pepiño Blanco y Ana Pastor. Y, si es posible, presidir el Consejo de Ministros como lo hace ahora el pontevedrés Mariano Rajoy y antes, tras el golpe del 23 F, el hijo de Ribadeo Leopoldo Calvo Sotelo continuador de la saga que inauguró Don José Calvo Sotelo , también Ministro y gallego de Tuy, que fue vilmente asesinado por guardias de asalto y militantes socialistas, que en nada se parecían al fundador del PSOE el ferrolano Pablo Iglesias, y que con su acción dieron justificación a los militares que provocaron la guerra civil en España. Una guerra que ganaría a sangre y fuego otro hijo de Ferrol que con rango de generalísimo nos gobernaría durante mas de cuarenta años, la "longa noite de pedra" que escribió mgistralmente el poeta de Celanova Celso Emilio Ferreiro, tras provocar mas de un millón de muertos.
Y con tanto político de fuste e inclso un Premio Nobel como Cela- hay muchos mas de los que he citado- Galicia, sigue ahí como dormida, en una agonía interminable, de la que solo parece despertarse cuando ocurre una desgracia como de la que les escribía hace unos días son el sonoro titular. "Galicia no se merece esta tragedia". En aquel momento, ocas horas depues del acciente, les decía, haciendo lo que mejor sabemos hacer los niños gallegos de mi generación: leer entre líneas, que me barruntaba entonces que además del despiste del maquinista del tren, se escondían varias cosas que tenían que ver con la política y poco con una línea de alta velocidad, ya que el convoy había descarrilado, precisamente porque iba a "mucha velocidad" lo cual es en si mismo enunciado, un tremendo contrasentido y un absurdo total.
Entonces, me preguntaba qué clase de AVE era ese que tenia tramos de a 80 Km. por hora, o sencillamente ¿por qué no habían funcionado los famosos frenos automáticos que evitan el error humano?. Bueno, pues hoy ya sabemos algo mas. Nos lo han dicho los Presidentes de Adif y de Renfe quienes, con fechas incluidas, nos han señalado a dos ministros gallegos, uno socialista y la otra del PP, como los principales responsables de las "decisiones" políticas que en su día se tomaron y que hacen que lo que se le vendió al pueblo gallego como un AVE resulte ahora una mentira vergonzosa y un engaño caciquil en toda regla. Y si a ese cuento de las mil y una noches le añadimos que toda esta patraña se ha mantenido hasta ahora en secreto bajo la presidencia de otro gallego llamado Mariano, comprenderán que los primeros que no queremos un gallego en la política española seamos los propios gallegos, ya que los actuales como ya hacían sus antecesores en parecidos cargos, mas que políticos resultan ser unos auténticos caciques que causan con sus actos un daño irreparable a la tierra que les vio nacer.
Lo malo, es que como pensaba el rianxeiro Alfonso Daniel Rodríguez Castelao uno de cuyos dibujos honran esta indignada reflexión de periodista nacido en Ourense y formado en Cataluya, los caciques en Galicia pese a que siguen pasando los días, los meses y también los años e incluso los siglos,, no se crean, ni se destruyen, sin que simplemente renacen porque siempre se transforman, y eso ya parece, mas que una equivocación del electorado gallego, una maldición bíblica. Vamos, una cosa de meigas.
Manuel Fernando González
Editor y Director
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