“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.” Esta frase es del genial y polifacético escritor gallego Ramón María del Valle-Inclán, el maestro del esperpento. Viendo lo que está sucediendo con los dos exsecretarios de organización del PSOE (aunque sea una anécdota, según Pedro Sánchez), la frase cobra actualidad e invita a una reflexión profunda. Las cosas malas son las que más se repiten. ¿Por qué será? Es muy simple: el dinero y el poder suelen corromper a las personas que carecen de principios, incluso a los que los tienen a tiempo parcial.
La temperatura va en aumento, no solo la meteorológica, sino la política, que está llegando a unos límites insoportables, alarmantes. En la mañana de este miércoles caluroso, el hemiciclo del Congreso de los Diputados, una vez más, ha servido de escenario de enfrentamientos e insultos que fueron subiendo de tono, y las bancadas, según las intervenciones, aplaudían o se alborotaban, con gritos, golpes e insultos que parecían más propios del patio de un colegio de niños pequeños enfadados, sin poder reprimir sus impulsos. En los niños puede tener pase, tolerancia hasta cierto punto; en la sede de la representación del pueblo, donde el diálogo, la tolerancia y el guardar las formas son esenciales, no. La imagen solo sirve para seguir aumentando la desafección hacia la política y el aumento de votos a los partidos de ultraderecha o populistas, que en algunos casos son los mismos.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lleva días sufriendo los efectos de las tropelías de Santo Cerdán y José Luis Ábalos, sus dos manos derechas, que se ha tenido que cortar. Quizás el líder socialista ha aplicado “la frase del Evangelio de San Mateo que dice ‘Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha’”, por eso no se ha enterado de lo que estaban haciendo los genios de las finanzas en beneficio propio, porque debían pensar que la caridad empieza por uno mismo. Solo así se entiende la situación tan increíble.
Como era de esperar, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en su intervención, fue directamente a la yugular del inquilino de Moncloa; le dijo de todo menos bonito, hasta llegó a soltar que era “el lobo de una manada corrupta”. En su línea, el líder de Vox, Santiago Abascal, le llamó “corrupto y traidor”; dichos los piropos, se marchó del escenario sin esperar la respuesta del insultado. Abascal solo pretendía protagonizar una actuación estelar de cara a sus votantes.
Las intervenciones seguían produciéndose, con coros nada celestiales alrededor. Las palabras que más incomodaron al presidente Sánchez fueron las del portavoz de ERC, Rufián, quien, dejando de lado el tono cordial que hasta esa misma mañana había mantenido con el ejecutivo, le preguntaba: “¿Jure y perjure que esto no es la G urter del PSOE?”. Fue en ese momento cuando Sánchez se irritó como hacía tiempo que no lo hacía con los republicanos.
En medio de tanto alboroto, griterío e insultos, la presidenta del Congreso tuvo que intervenir en más de una ocasión, llamando al orden al tímido y educado Miguel Tella, que no para de hablar, hacer gestos e insultar. Es lo que sabe hacer mejor en su quehacer diario político. Ya lo decía Valle-Inclán: “En España, el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero”.
En este escenario de confrontación y falta de respeto, llamó mucho la atención la ausencia de los ministros de Sumar que no tenían que responder preguntas. Entre los ausentes, la vicepresidenta Yolanda Díaz, que ahora, por razones electoralistas, trata de marcar distancia con el presidente del Gobierno. Buena es Díaz para sacar provecho de cualquier situación. Esta actitud la seguirá manteniendo para intentar contrarrestar a sus colegas de Podemos y distanciarse del gobierno de Sánchez.
Decía José Saramago que “El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder.”
La jornada de este miércoles es una muestra patente de lo que no debe ser el comportamiento de los representantes del “pueblo”. Que los insultos, las descalificaciones y el “y tú más” no ayudan a la salud de la democracia. Es hora de un cambio de actitudes en todos los partidos políticos; el fin de llegar a la Moncloa no justifica los medios utilizados. Lo mismo que mantenerse en ella, tampoco está justificado todo lo que se está haciendo. Que dejen de preocuparse solo de sus intereses de partido y particulares, y recuerden que lo han votado para mejorar el país y la vida de las personas. Esa es la prioridad.
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