jueves, 25 de abril de 2024 08:14
Entrevistas

Juan Marsé: «Uno escribe porque sospecha que la vida podría ser de otra manera»

Beatriz Pérez.- Dice encontrarse bien, «si no entramos en detalles». Se declara «hasta el gorro» del debate soberanista que acapara las agendas política y mediática a uno y otro lado del Ebro. «Un coñazo», opina. Y, aunque siempre nostálgico del pasado, asegura que no es verdad eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Juan Marsé (Barcelona, 1933), novelista de la Generación de los 50, no necesita presentaciones, pues entre su prolífica obra se encuentran títulos y personajes literarios que han marcado la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. La última, 'Esa puta tan distinguida', estará disponible en Lumen a partir de marzo y se la dedica a la memoria. «Si cuento el argumento, lo estropeo», se queja con un ánimo similar a este frío de noviembre. ¿Y está contento con el resultado? «No me avergüenzo, que ya es mucho». Empezamos.

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Beatriz Pérez.- Dice encontrarse bien, «si no entramos en detalles». Se declara «hasta el gorro» del debate soberanista que acapara las agendas política y mediática a uno y otro lado del Ebro. «Un coñazo», opina. Y, aunque siempre nostálgico del pasado, asegura que no es verdad eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Juan Marsé (Barcelona, 1933), novelista de la Generación de los 50, no necesita presentaciones, pues entre su prolífica obra se encuentran títulos y personajes literarios que han marcado la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. La última, 'Esa puta tan distinguida', estará disponible en Lumen a partir de marzo y se la dedica a la memoria. «Si cuento el argumento, lo estropeo», se queja con un ánimo similar a este frío de noviembre. ¿Y está contento con el resultado? «No me avergüenzo, que ya es mucho». Empezamos.


¿Cómo ha cambiado la Barcelona de ahora con respecto a aquella que usted describía en 'Últimas tardes con Teresa'?

Muchísimo porque han pasado 50 años desde que la escribí. La época que refleja la novela es de finales de los 50, cuando había en la universidad –al igual que en Madrid-- los primeros conatos de manifestaciones. Barcelona ha cambiado físicamente, en el terreno urbanístico, pero el cambio más grande fue el paso de una dictadura a un sistema de libertades parlamentarias.


¿Y qué permanece aún de la Barcelona del Pijoaparte?

Los problemas y las ambiciones personales de la gente. Todo lo que tiene que ver con la política y la sociología, pero estas son materias colaterales en relación con mi literatura. Nunca he escrito con intenciones de orden socioeconómico o sociopolítico.


Esa Barcelona de la posguerra, ¿cómo la recuerda?

Pues tengo recuerdos dolorosos por una parte, pero también recuerdos muy vivos y placenteros que tienen que ver con mi juventud y adolescencia. Cuesta imaginar a una persona joven, ahora, siendo consciente de lo que significó una dictadura. Era muy duro ver coartadas una serie de libertades individuales y colectivas relacionadas con el arte --aunque en aquel entonces no tenía yo muy clara la vocación--. Pero sin embargo, a pesar de ello, se imponían la vida, las ganas de pasarlo bien, el compañerismo, la amistad, el amor. Son vivencias tan personales, que algunas de ellas se transmutan en literatura y acaban por aparecer en mis novelas.




"Tengo recuerdos dolorosos de la posguerra, pero a pesar de todo se imponía la vida, el compañerismo, el amor"




La suya es una literatura muy nostálgica, con una marcada mirada al pasado. Así me lo parece 'Últimas tardes con Teresa'.


'Últimas tardes con Teresa' surge de unas condiciones muy especiales y su objetivo es estrictamente literario. Por ejemplo, pretendía ser un homenaje a la gran novela del siglo XIX, a la novelística de los Balzac, Dickens, Flaubert… De ahí los epígrafes en cada uno de sus capítulos. Es una novela muy decimonónica. Y es también una historia de amor aparentemente convencional: chico pobre con chica rica. Una historia que no termina bien –pues Manolo Reyes y Teresa Serrat no acaban casándose— porque si no, sería una novela rosa.


Esa mirada al pasado ahora, con el transcurso de los años, ¿se ha vuelto más benévola o permanece esa especie de ajuste de cuentas que se percibe en algunas de sus novelas?

'Últimas tardes con Teresa', en concreto, no tiene que ver gran cosa con un ajuste de cuentas con la realidad del país en aquella época, pese a que sí hay aspectos relacionados con la crónica ciudadana del entonces. Por ejemplo, los esquemas que Teresa tiene sobre lo que ella cree que es el mundo obrero del Pijoaparte. Pero todo está superado por otro deseo.


¿Cuál?

Recuerdo que en las primeras entrevistas, nada más publicar la novela, siempre me preguntaban qué había pretendido hacer con ella –lo cual es una pregunta muy difícil de responder porque con el tiempo acabas olvidando de dónde, cómo y por qué surgió esa novela--. Para explicar 'Últimas tardes con Teresa' tendría que remontarme a cuando vivía en París, donde daba conversaciones de español a un grupo de muchachas de un instituto. En ese grupo había una llamada Teresa, hija de un pianista francés de origen catalán. Bueno, son toda una serie de cuestiones que harían interminables la entrevista. Así que yo, que no tenía ningunas ganas de explicarlas porque no aportan gran cosa, respondía: «Escribí 'Últimas tardes con Teresa' para ver cumplido un deseo, que es el de haber tenido de joven una aventura con una muchacha de la burguesía catalana, rubia, de ojos azules y con un coche 'sport'». Los periodistas se lo creían. Y es que tal vez en el fondo había algo de eso. Las novelas surgen de una forma muy misteriosa por una serie de condicionantes, y no hay que olvidar uno de ellos: el deseo personal de vivir otro tipo de vida.




"Las novelas surgen de una forma muy misteriosa por una serie de condicionantes. No hay que olvidar uno de ellos: el deseo personal de vivir otro tipo de vida"




Wittgenstein decía que hay escritores que escriben con la cabeza –de ahí salen, por ejemplo, novelas de tipo histórico-- y otros con la mano –esto es, desde el ostracismo, la oscuridad--. ¿Con qué tipo de escritor se siente más identificado usted?

La novela histórica me interesa poco, aunque me puede interesar la historia o determinados episodios de ella. Pero sí me interesa eso de escribir desde una sombra, desde una posición insegura, problemática. Esto sucede sobre todo al empezar, cuando intuyes por dónde puede ir la historia, pero no lo tienes claro. Yo suelo decir que hay dos momentos en la elaboración de una novela: en el primero tú tiras del tema de la novela, estás intentando que eso tenga algún sentido, que ofrezca una visión de la vida que sea interesante y aporte algo nuevo, un tipo de emoción o sentimiento, aunque no lo tienes nada claro. La prueba es que confías mucho en un personaje, pero de repente este no acaba de desarrollarse. Y sucede lo contrario con otros a quienes les habías concedido una presencia episódica.


Es decir, uno se pone a trabajar desde una posición todavía por apuntalar.

Sí. Tú vas tirando del hilo, pero a partir de cierto punto –y este sería el segundo momento en la elaboración de la novela-- es el hilo el que tira de ti. Es decir, son las situaciones que estás creando y los propios personajes los que te exigen hacer determinadas cosas que en principio no tenías previsto. Para mí, este es el mejor momento: cuando el libro se impone sobre ti mismo y se convierte en algo que sabes que va bien, pero que manda sobre ti. Todo esto es simbólico, porque evidentemente el amo de la situación es siempre el autor.


Como si el libro tuviera vida propia.

Sí, y se trata de llegar a este momento. Sin embargo –al menos en mi caso-- ninguna novela acaba siendo ese ideal que me había propuesto. Cuando la doy por terminada y la entrego, suelo decir que es algo de lo que no me avergüenzo, pero el ideal que me había propuesto –ese libro maravilloso, único— no lo alcanzo nunca. Siempre queda una distancia. Siempre piensas que podría ser mejor.


¿Entonces escribir es doloroso?

Es un trabajo de chinos. A mí me cuesta mucho escribir. La satisfacción es inmensa cuando he terminado y no me avergüenzo del trabajo, pero durante la redacción es un trabajo duro. No me considero tan dotado como para que me salga todo a la primera.




"El mejor momento de la escritura es cuando el libro se impone y se convierte en algo que manda sobre ti"



Las suyas son novelas muy visuales. ¿Cuál es la influencia que el cine ha tenido en su literatura?

Mucha. No creo que exista un escritor actual que diga que no ha recibido influencia del cine, porque este arte cubre prácticamente todo el siglo XX. Ahora tiene menos influencia pues, en mi opinión, la tecnología está acabando con el cine como arte narrativo. Es otra cosa, más espectacular, virtual, pero no tiene nada que ver con el cine como forma narrativa concebido a mediados del siglo pasado. La influencia es evidente porque esta forma narrativa cinematográfica ya empezó en el cine mudo. Está en Aristóteles también. La literatura, la poesía, están llenas de imágenes. De hecho se nutrían mutuamente: primero el cine de la literatura y, a partir de cierto momento, a la inversa. Otra cosa es la cultura cinematográfica que aparece en las novelas, que en mi caso las hay. Por ejemplo, en esta última que he entregado a la editora y que saldrá en marzo, el tema tiene mucho que ver con el cine.


Se titula 'Esa puta tan distinguida' y la publicará Lumen en marzo. ¿De qué habla en ella?

Siempre tengo la impresión de que lo estropeo si lo cuento.... Me ha costado 200 folios escribir la novela y soy incapaz de resumirla. Pero, en fin, como un planteamiento muy básico diría que trata de un individuo que comete un crimen 30 años atrás. Él recuerda perfectamente cómo lo cometió, pero no recuerda en absoluto por qué. Matizo que no es una novela policíaca o negra.


El título hace referencia a la memoria, ¿no?

Exacto. Trata de los trampantojos que nos tiende la memoria, esa puta tan distinguida.


Se la entregó a Carmen Balcells en septiembre, una semana antes de su muerte. ¿Qué significa para la literatura hispana la pérdida de esta editora?

Mucho. Ella acogió aquí a escritores latinoamericanos muy importantes, como García Márquez, Vargas Llosa, Pepe Donoso, etcétera. Y también a españoles como Eduardo Mendoza, Manolo Vázquez Montalbán… Carmen fue la primera agente literaria que se enfrentó a los editores en defensa de los intereses de los autores que, en aquel momento, estaban totalmente en manos del editor. Había cuestiones como los derechos de adaptación al cine, teatro, radio, en las que el editor se llevaba prácticamente el porcentaje entero de los derechos. Carmen dijo: «Esto se ha acabado, el 100% es del autor. Porque además quien gestiona todo eso voy a ser yo, la agente literaria». También cambió las condiciones de los contratos, anticipos, etcétera. Pero además se empeñó mucho a la difusión de sus autores: de los españoles para América, ganando premios en México --por ejemplo el Premio Juan Rulfo, que hoy se llama Guadalajara, a mí me lo dieron en el año 73--, y a la inversa, premios Cervantes para latinoamericanos. No quiero decir que Carmen estuviera siempre detrás de todo eso, pero aconsejaba mucho a los escritores.


Volvamos al pasado para hablar del presente. El Pijoaparte se ha convertido en un personaje ya universal en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX; él era un charnego en pleno barrio del Carmel. No deja de venírseme a la mente ahora que Catalunya se encuentra en pleno debate identitario.

Los políticos se empeñan en ese debate identitario, pero creo que la gente de la calle no tiene esa obsesión, o por lo menos yo no la noto. Los independentistas tienen su monotema y se creen que a todo el mundo le pasa igual, lo cual no es cierto. Pero sí, desde un punto de vista oficial, lamentablemente el coñazo es este: el debate identitario, la independencia, el «todo irá mejor si nos lo montamos nosotros».




"Desde un punto de vista oficial el coñazo es este: el debate identitario, la independencia, el 'todo irá mejor si nos lo montamos nosotros'"




Hay casi un 50% de catalanes que quieren irse de España. ¿En qué nos hemos equivocado?

Si se hace un referéndum, como debería ser, habría que ver cuál sería en verdad ese porcentaje. Yo creo que mucha de la gente que en la Diada coge la bandera, la estelada y sale a la calle no votaría independencia. Pero sí hay que admitir que hay un porcentaje considerable, aunque para mí sigue siendo minoría, como se demostró en las últimas elecciones. Sin embargo, a pesar de que fuera minoría, el estamento catalán se lo pasó por el culo y dijo que no respetaba las normas, las leyes, ni la legalidad vigente. Es un disparate tan enorme, que a mí me aburre hablar de esto.


¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?

Pues por eso, por puro disparate de unos políticos empeñados en esto. Concretamente, de Mas, Junqueras, Forcadell... Vaya numerito que hizo en el Parlament al proclamar la República catalana así por las buenas. ¡Es que es una cosa! De verdad, es algo tan insensato desde el punto de vista político, jurídico… Solo tiene una explicación: ese asunto sentimental de los nacionalistas, ese sentimiento de «nosotros y nadie más». Yo tengo alguna experiencia de esto porque mi padre era bastante nacionalista [el padre de Marsé era cercano al Estat Català, como recoge 'Mientras llega la felicidad', la biografía sobre el escritor a cargo de José María Cuenca]. Afortunadamente mi madre era una mujer muy sensata y lo tenía atado corto. Yo me curé ya de eso, estoy vacunado porque ya vi que mi padre desvariaba con este asunto; tuvimos algunas discusiones. El tema hoy está a la orden del día y yo, hasta el gorro.


¿Le preocupa?

Pues sí, porque no hay gobierno. No se está haciendo lo que se tiene que hacer, el Gobierno no está sirviendo al pueblo de la manera en que debería. No se resuelven los problemas que de verdad importan: educación, cultura, sanidad. Está todo parado, en el aire. La deuda es tremenda, hay empresas que parece que se van de Catalunya. Desde el punto de vista estrictamente gubernamental, la maquinaria está parada.


¿Nos están dando a elegir?

Bueno, a mí, si me dan a elegir, lo veo clarísimo: no encuentro razón alguna para la separación. No veo en qué se va a mejorar, no confío en los políticos –ni en los de Madrid ni los de aquí--. Me robarán igual sean catalanes o madrileños, descaradamente, la corrupción es tremenda tanto en Catalunya como en el resto de España.




"Un escritor no puede estar demasiado cercano al poder político porque esto se paga, tarde o temprano. Te compran, acabas siendo un lacayo"




¿Y entonces cuál es la razón para querer seguir formando parte de España?

Las mujeres y el vino (risas). Nadie me va a obligar a elegir, por supuesto. ¡Si todos venimos del mono! Todo es tan grotesco e insensato, que no vale la pena que nos pongamos serios, yo por lo menos.


Hace poco le dijo usted a Juan Cruz: «El pasado histórico inventado en Catalunya es pura filfa». ¿Tan enfadado está?

Es que se inventan el pasado, lo hacen glorioso, épico, heroico... cuando la historia de la humanidad está repleta de desdicha.


Usted siempre se ha mostrado muy crítico con la burguesía y el nacionalismo catalanes. ¿Por qué esta aversión?

Un escritor no puede estar demasiado cercano al poder político porque esto se paga, tarde o temprano. Te compran, acabas siendo un lacayo. Hay que mostrar una actitud crítica porque el mundo no está bien, porque no lo hacen bien, porque hay corrupción. Yo no me tomo la molestia de escribir para denunciar eso, porque si quisiera hacer eso, me metería en política. La literatura es otra cosa: estás disconforme con el mundo, ciertamente, porque si todo estuviera en orden y fuera perfecto ¿para qué diablos tomarse la molestia de escribir un libro? Me dedicaría a vivir: a las mujeres y al vino, como dije antes. Pero uno escribe porque sospecha que la vida podría ser de otra manera, más intensa, más interesante, más emocionante, más poética. De alguna manera, uno escribe para eso, inventa historias que no son reales, pero que podrían serlo. Pero no por una razón de justicia social. Para eso habría hecho carrera política. Yo no valgo para ello.


Acabamos. Un consejo para los jóvenes que viven estos tiempos de incertidumbre, de deriva.

La incertidumbre e inseguridad son lógicas cuando eres joven, pero también resulta apasionante porque tienes opciones, te pasan cosas, te enamoras, te desenamoras, buscas un proyecto, ambicionas algo. ¿Consejo? Los clásicos, que son: estimula tu sentido crítico y selectivo con las personas, con los hechos; organízate algún tipo de ambición, por difícil que parezca. Y sobre todo, sobre todo: procura ser feliz, descaradamente.

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