Llegó la hora del Rey, que quiere decir la hora de las elecciones. Unos comicios en los que la abstención podría ser la gran victoria de aquellos a los que la democracia les estorba y mucho. Dicen los encuestadores que Rajoy volverá a ganar porque ahora los únicos que parecen tener un electorado fiel son el PP e IU, que según dicen saben los votantes que tienen, mientras que los demás se mueven por el cuchillo afilado de la incertidumbre.
Podemos intenta de la mano de Anguita, el político más rencoroso y anti socialista que ha dado la izquierda de este país, conseguir el famoso sorpasso que envíe al PSOE a la tercera plaza del pelotón, lo cual constituiría una "gran victoria" para los dirigentes podemitas que no les asegura, ni mucho menos, que los de Ferraz los dejen encabezando la "leal oposición" si Pedro Sánchez se retira o le retiran tras el "muy anunciado pero nada confirmado" batacazo electoral, dejando que la lideresa andaluza apueste por la gobernabilidad como se hace ya en la social democracia alemana.
Ahora toca que los líderes se echen en cara lo que no supieron pactar, o pactaron estresados por la impaciencia. Por lo que parece, a los que no hicieron nada, el electorado no les va a pasar factura ya que vuelven a presentarse cargados de energía, mientras que a los "pactistas" los están moliendo a palos sus adversarios y mis colegas de la prensa gubernamental, lo cual, no deja de ser manifiestamente injusto, ya que nadie se salva de la desvergüenza de habernos enviado a los ciudadanos a una nueva convocatoria electoral.
O sea, que hemos pasado de una "longa noite de pedra" que escribiera mi admirado Celso Emilio Ferreiro, a una gastroenteritis democrática, en la que la única víctima son los ciudadanos, que han pasado de un estreñimiento dictatorial de cuarenta años, periodo en el que las únicas urnas que vimos fueron las del Referéndumen en 1947, para aprobar la mal llamada Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado y, en 1967, para hacerlo con la otra gran Ley Orgánica del Estado, una aprobada con el 93 por ciento y la segunda, con el aún más contundente 95,06 de españo-tontos dándole la razón al general Franco, a estos tiempos de líderes populistas e intransigentes, en los que ninguno de ellos parece acordarse de lo que le costó a este país tener una Democracia tan débil como confusa pero muy útil para convivir en paz.
Así pues, volveremos a votar, ¿y después qué?
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