sábado, 20 de abril de 2024 02:09
Editorial

HERMANOS PORTUGUESES

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Cuando el gran Carballo Calero vivía no estaba este periodista muy por sus teorías del lusismo, porque creía que con el galego que habíamos heredado de la Xeración Nós podríamos apañárnoslas en Galicia y que nadie se atrevería a desdeñarlo. No contaba este cuentacosas con la desgraciada actuación de "los normalizadores", que con la ayuda de impresentables y lameculos han convertido la lengua de Pondal y Rosalía en una puñetera jerga de "palabros" que se pegan de narices con los versos de Ferreiro y Manuel María y aun, mucho más con los de Ramón Cabanillas y Curros Enríquez.


Desde aquellos tiempos tan hermosos en los que pude discutir imprudentemente mi disidencia con el propio Carballo Calero mientras hablaba el gallego de Nós con mi adorado Isaac Díaz Pardo, han pasado muchas cosas y ninguna buena para el idioma de la aldea del Balbino de Neira Vilas.Por eso, desde entonces, me he encerrado en la lengua de los viejos galleguistas y me he negado a hablar el idioma que se enseña a los niños en las escuelas, y que una nueva generación de universitarios vierte cada día por ejemplo en nuestro Galicia Press, donde los textos que escribo y ustedes tienen la amabilidad de leer los traducen algunos de mis jóvenes compañeros que cada día me aguantan y de los que recibo su generosa energía. Nos parecemos a la Telegaita en la letra por imperativo legal, pero si se fijan bien, la música social y política no es la misma.


Por eso añoro el lusismo de Carballo Calero, sobre todo aquella parte que soñaba con una lengua común entre portugueses y galegos, y tras de ella la Ítaca de un estado federado con quienes aguantan desde hace varios siglos nuestra prepotencia y algunas veces, intolerable menosprecio, sin quejarse lo mas mínimo. Yo a los portugueses me los quiero mucho, son mis hermanos, y cada año los visito y respiro el aire puro de sus pinares tan parecido a los que Pondal y Veiga reflejaron en su inolvidable poema de amor a una tierra y una nación sin estado.


Ayer la selección de Portugal, con el tonto de Ronaldo en el banquillo, ganó la Eurocopa, un hecho relevante en lo deportivo y en lo mediático. Y claro, yo me alegré mucho porque sé que hoy este pueblo tan machacado por Bruselas y el FMI en los últimos años se ha levantado de su postración y nos ha dicho a todos lo grandes que son y lo poco que presumen de ello. Es la historia, cretinos, es la historia. ¡Viva Portugal!


PD: Este artículo está dedicado a dos periodistas gallegos de la nueva generación que empuja este barco y está sobradamente preparada. Beatriz Pérez Rodríguez y Moisés B. Martínez Carreiro. No olviden sus nombres porque llegarán lejos.



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