Ahora que la tercera autoridad del estado también es gallega, aunque nacida en la Galicia zamorana, bueno será recordar un viejo dicho popular gallego para explicar, de una forma sencilla y clara, lo que pasó ayer en el Congreso de los Diputados con los misteriosos 10 votos que cambiaron de lugar sin conocer de cierto su procedencia.
Decía mi abuelo Manolo a quienes le pedían descuentos por cuestión de amistad o parentesco –él, que era foguetero y de los buenos-- aquello que le enseñaron sus mayores: "Amiguiños sí, pero la vaquiña, por lo que vale".
Si ustedes aplican está máxima tan simple a la votación de nuestro Parlamento, entenderán fácilmente el por qué los exconvergentes cambiaron su derecho a grupo parlamentario por sus votos o cómo también el PNV mutó los suyos por el control de una Kutxa de millones de euros. Antes los ciudadanos de Rivera demostraban lo civilizada que es la derecha del IBEX y lo bien que se le da cambiar de pareja política.
A partir de ahí y a partir de ahora, los sociatas pueden abstenerse porque la patria necesita una nueva Constitución, y los de Podemos porque se lo pide el cuerpo, como han hecho con su apoyo a Patxi Lopez, también conocido en el mundo de los medios afines a Rajoy como Patxi el Breve.
¿No queríamos pactos? ¡Pues toma pactos! Y Populares y Ciudadanos, al gobierno de la nación. Eso sí, bajo la inmutable dirección de la segunda autoridad del Estado, que también es gallega, o sea, Mariano Rajoy. Ya solo falta que al Rey se le ocurra recordar las Cantigas de Alfonso X El Sabio en sus audiencias consultivas para que esto parezca Redondela en fiestas o, si lo prefieren, a Festa da Empanada de Bandeira.
En fin, ¿qué quieren que les diga? ¡Habelos, hailos...! Y no todos se parecen a Castelao.
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