OTRA VEZ EL TREN, OTRA VEZ GALICIA

Por si fuera poco a esta Galicia que arde por los cuatro costados, especialmente en Ourense, le ha caído encima, como una losa --devolviéndola a la pesadilla de la curva de Angrois-- un nuevo accidente ferroviario, inexplicable por el lugar y absurdo por la hora en que se ha producido.

No podía comenzar con peores presagios la campaña electoral a la que el CIS ha teñido de color azul Feijóo, sin que esta hubiese dado el primer paso. Para los gallegos que vivimos en la diáspora es como si el tiempo se hubiera detenido e incluso involucionado, ya que la tierra de Breogán sigue sin marcarse un ritmo propio que la aleje de los avatares ajenos y la sitúe en la vanguardia de la sociedad global en la que le ha tocado, en este caso, sobrevivir.

Que los ferrocarriles en Galicia circulan a una velocidad distinta a los de los valencianos, por ejemplo, lo sabe todo el mundo, pero además lo sabían nuestros bisabuelos a los que ya les pasaba lo mismo. Aquí nada cambia y sigue muriendo la gente de una forma estúpida sin que quienes mantienen este estado de cosas respondan de sus felonías, y sean los maquinistas los que paguen las consecuencias.

En los próximos días tendremos los detalles de lo que "ha vuelto a suceder". Tengan la completa seguridad de que "los jefes" que suelen holgazanear en algún despacho de Madrid porque se saben protegidos por algunos políticos de aquí, solo aparecerán para poner "cara de circunstancias" y atribuir al error humano o al fallo técnico la muerte de los pasajeros que han encontrado en O Porriño su destino final. Después, comisión investigadora dilatoria, pequeñas indemnizaciones y punto final.

Si, al menos, los votantes gallegos hicieran justicia, pues uno se quedaría tranquilo. Pero mucho me temo, que nos hemos quedado anclados en aquella parte del himno que habla "do prácido luar....".