miércoles, 24 de abril de 2024 09:21
Editorial

EL PUEBLO QUE OLVIDA SU HISTORIA

Manuel Fernando González Iglesias
Manuel Fernando González Iglesias

A Coruña, 1952

Rajoy constitucion 1


La Constitución ha vuelto a ser noticia a través del Presidente de Gobierno, que se ha vuelto a atascar en sus dudas sobre el qué, cuándo, cómo y porqué del nuevo texto, que él presume que “no esconde nada bueno” para la convivencia de los españoles.


El reciente fracaso del primer ministro italiano Matteo Renzi y el lío en el que están metidos los ingleses con su Brexit, ha asustado a los políticos de media Europa, que no quieren jugarse su carrera, porque a alguno de sus compañeros se les ha ocurrido que hay que convocar a la gente para cambiar todo aquello que no les gusta.


La vieja democracia europea ha cansado tanto a sus conciudadanos con sus vaivenes durante la crisis, que si la gente no percibe claramente que el “Estado del Bienestar” ha recuperado fuelle, va a resultar muy difícil convencerles de que la mejor manera de resolver sus problemas no pasa por radicalizar sus posiciones personales, sumándose a algunos de los movimientos populistas de la extrema derecha o la de la izquierda, que lo único que buscan es derruir las actuales instituciones comunitarias y tras logralo crear una nueva Europa fragmentada y por lo tanto débil.


En nuestro país, ahora más que nunca, es muy difícil poner de acuerdo a las actuales formaciones políticas para modificar, aunque solo sea una coma, el actual texto constitucional. Nuestros políticos y la propia Monarquía han perdido tanto el tiempo mirándose el ombligo y sobre todo, observándose con recelo, que ya no hay consenso posible, ni valor para conseguirlo.


Por eso Rajoy, que es por naturaleza conservador e incluso indolente, se ha mostrado en el día de la Constitución reticente a contemplar la posibilidad de iniciar conversaciones con la oposición, que sabe está muy dividida y desde luego, poco dispuesta a representar el papel generoso y valiente que en la Transición supieron asumir la UCD de Adolfo Suarez, el PSOE de Felipe y Guerra, el PSP de Tierno Galván,la Convergencia de Pujol y Trias Fargas, la AP de Manuel Fraga y, sobre todo, el Partido Comunista de Carrillo y la Pasionaria. Y por supuesto, aunque sean pocos los que quieran reconocerlo, quienes se autoliquidaron siendo procuradores de las cortes franquistas.


Hoy esa generosidad es muy difícil de encontrarla, porque ya hay demasiados ciudadanos que piensan que la Democracia nos ha venido del cielo y que lo que ahora se puede decir o hacer se lo han ganado algunos con su pico de oro o su muy sobresaliente habilidad para manejar las redes sociales. Y la verdad solo es una: El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.

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