Cuando se acerca la fecha, 1 de agosto, marcada por el presidente de Estados Unidos de imponer aranceles a los países de la Unión Europea del 30% (lo ha ido bajando), teniendo como escenario Escocia, más concretamente en una de las propiedades de Trump en ese país, un campo de golf, ¿lugar neutral?, llegaron a un acuerdo el presidente de EE. UU. y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, en el que se rebajan los aranceles al 15%. ¿Es bueno el acuerdo? Depende del lado en el que se haga la valoración. Mirado desde EE. UU. es muy bueno; del el lado de Europa, es una concesión en toda regla. Pero seguro que von der Leyen, a la hora de ceder ante el que se considera el rey del universo, habrá pensado: “Es mejor un mal acuerdo que un buen pleito”.
Trump, que es un personaje muy particular, al que se le puede aplicar cualquier calificativo, a cuál peor, ha hecho el favor al viejo continente de imponer solo un 15% a los aranceles. Algo habrá tenido que ver la visita de la presidenta de la Comisión Europea a China para mantener contactos con el gobierno de ese país y buscar posibles salidas, dada la postura de Trump. También las presiones internas de los grupos económicos del país, esos que, en privado, no están muy de acuerdo con algunas de las medidas tomadas por su presidente.
Las reacciones de los dirigentes europeos son diversas: el canciller alemán, Friedrich Merz, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, están satisfechos con el acuerdo; el comisario europeo de Comercio califica el acuerdo de “gran avance” ante una potencial guerra comercial ruinosa. Mientras que, para el primer ministro francés, Bayrou escribía en redes sociales que “es un día oscuro cuando una alianza de pueblos libres, reunidos para afirmar sus valores comunes y defender sus intereses comunes, se resigna a la sumisión”. Por su parte ,el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, afirmaba en su intervención ante los medios para explicar el del balance del curso político “Respaldo este acuerdo comercial, pero lo hago sin ningún entusiasmo”. Unas palabras muy diplomáticas para no echar más leña al fuego y dejar en buen lugar a su amiga, la presidenta de la Comisión Europea, que tantas manos le ha echado a él.
El acuerdo impondrá aranceles del 15% al 70% de las exportaciones europeas a Estados Unidos, incluidos automóviles, que verán cómo suben el triple del arancel actual del 4,8%. Mientras, se aplicará el tipo cero a las exportaciones de la UE en sectores importantes como piezas de aeronautica, algunos productos químicos, equipos semiconductores y algunos productos agrícolas, como el corcho.
El acuerdo paralelo será un gran alivio para países como Bélgica, Alemania, Dinamarca e Irlanda, que cuentan con sectores farmacéuticos fuertes y que Trump había anunciado que les subiría los aranceles al 200% el próximo año.
Siendo realistas, los aranceles impuestos a China, vigentes desde el 4 de febrero, solo han sido del 10%. Y los primeros resultados del belicista Trump, en estos seis meses de gobierno, y los efectos de la guerra comercial que ha iniciado: la máquina recaudadora ya ha metidos en las arca del gobierno de Trump 108.000 millones de dólares, en concepto de estos impuestos, el doble de lo recaudado en todo el 2024. Una jugada recaudatoria que explotará como nadie, dada la bajada de popularidad que está teniendo por algunas de sus decisiones impopulares.
El presidente norteamericano ha impuesto su criterio una vez más. Quizás lo ha hecho porque enfrente ha tenido una persona dócil que no quiere, dados los tiempos, iniciar una guerra comercial con la que está cayendo. Decía el escritor Enrique Jardiel Poncela que “El sacrificio es un sentimiento que a todo el mundo le parece admirable en los demás”.
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