Los sueños dicen que en muchos casos se cumplen, en otros solo son cosas de la imaginación a la que le gustaría cambiar la realidad. Además, se afirma que pueden ser fruto de la suerte, esa que necesita ser trabajada, porque sin esfuerzo las cosas no son posibles, a no ser que sean millonarios o vengan de familia pudiente, y el dinero lo puede casi todo. En política, los “sueños” suelen ser pragmáticos. La política no tiene nada de romanticismo y sí de intereses que afectan más a los partidos que a la ciudadanía. ¿Tiene ética y moral la política, los gobiernos? Parece que esta se ha ido perdiendo con el tiempo y ahora se encuentra en plena crisis. Decía el escritor y expresidente de la República Checa, Václav Havel, que “la política debe estar al servicio de la moral y la ética, y no al revés”.
Este martes, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, viajaba a Bruselas no para entrevistarse con alguna autoridad comunitaria por temas de interés general del país que preside, sino por algo tan terrenal como estratégico: entrevistarse con el expresidente huido, Carles Puigdemont. El encuentro tuvo lugar en la sede de la Generalitat de Catalunya, edificio oficial. La escenificación estaba preparada de aquella manera: sin bandera de Catalunya y con una situación protocolaria muy particular. Parecía que el presidente actual era Puigdemont, o por su ubicación en los sillones, que no era nada correcta. ¿Intercambiaron los asientos? ¿O fue un simple fallo del jefe de protocolo de la Generalitat? ¿O, sencillamente, era un gesto de cortesía del actual inquilino del Palau de la Generalitat? En cualquier caso, la lectura semiótica que se hace no es buena para Salvador Illa.
Sin más asistentes que ellos dos, “solos ante el peligro”, se iniciaba el encuentro para hablar de los temas que les están quemando las manos: a Puigdemont, que se le aplique la amnistía y pueda volver a Catalunya, de la que huyó dos veces (que se tenga conocimiento), y a la que quiere regresar esperando que todo el mundo salga a la calle a recibirlo como el gran héroe del procés; a Illa, con mandato de Moncloa, que apoyen, entre otras cosas, los Presupuestos Generales, muy importantes para Pedro Sánchez y su estabilidad gubernamental, además de que apoyen otras leyes en el Congreso, sin dejar de lado los presupuestos de la Generalitat de Catalunya, que también tiene sus dificultades para ser aprobados. Es más que probable que hablaran de la situación política, el verano, la familia y esas cosas que sirven para romper el hielo que se había endurecido a lo largo de estos años. Todos estos temas que deducimos, y algunos más (no han comparecido para explicar su reunión), han llenado la hora y media de la charla, algo incómoda para los dos, por razones diferentes.
El encuentro, por imposición de las circunstancias entre el actual y el anterior presidente, que ya se intuía que se iba a producir pese a los desmentidos iniciales, ha levantado discrepancias, sorpresa y, en más de un caso, indignación en los partidos de la derecha y ultraderecha (cosa que, por otra parte, era de esperar), pero también entre los votantes, militantes y algunos dirigentes socialistas, que no entienden el servilismo del PSOE/Gobierno con Puigdemont y su partido. Tanto Salvador Illa como Pedro Sánchez vienen hablando de cerrar heridas, de volver a la normalidad democrática, y todas esas palabras que ya conocemos por repetidas tantas veces.
Que la democracia es diálogo constante, pactos y todas esas cosas. También es cierto que democracia es respeto a las instituciones, cumplir las promesas, tratar y defender a todo el mundo por igual (los constitucionalistas se han sentido abandonados en todo el procés), respetar las leyes y poner en primer lugar la ética y la moral. Decía Angela Merkel que “la moral y la ética en la política son indispensables para la construcción de una sociedad justa y equitativa”.
Que Salvador Illa, en el tiempo que lleva de presidente, está haciendo un buen trabajo, es evidente que sí. Que ha tranquilizado a buena parte de la sociedad catalana, también. Que se está mejor ahora que hace unos años, sí. Eso no significa que la gente no tenga dudas por las concesiones que está realizando tanto a ERC como a Junts. No se debe olvidar nunca que una mentira puede arruinar cien verdades y puede echar por la borda todo el trabajo. Afirmaba Sir Francis Bacon: “Es muy difícil hacer compatible la política y la moral”. Hay mucha gente que tiene grabadas determinadas frases, como la pronunciada por Illa en campaña: “Ni Cataluña será independiente, ni habrá amnistía ni referéndum de autodeterminación”.
La reunión de Salvador Illa y Carles Puigdemont ha sido la antesala de la que está a punto de producirse: la reunión de Pedro Sánchez con Carles Puigdemont, más pronto que tarde. Será la foto del año. ¿Lugar de celebración? Ya está decidido, pero no lo dirán hasta última hora, con toda seguridad antes de que termine el año, si no hay convocatoria de elecciones. Lo que está claro es que la foto de Bruselas en sede oficial está hecha, que el reconocimiento a Puigdemont se ha oficializado, como pedía. Y algunos se preguntarán: ¿quién ha ganado en ese encuentro? Según cómo lo cuente cada uno, habrán ganado los dos. ¿La democracia también? Pues, qué quieren que les digan, tal y como está el panorama con la ultraderecha matona, que cada uno saque su conclusión. Decía Antonio Machado, nada dudoso de su pensamiento: “En política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”.
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