Pocos dudan ya (solo los fanáticos) de que lo que está haciendo Netanyahu con el pueblo palestino es un genocidio. Lo he dicho en más de una ocasión y lo continuaré afirmando hasta que termine la barbarie. Alguna cosa debe hacer también la ciudadanía de Israel (lo hacen, pero no es suficiente), por muy indignados que estén con los asesinos de Hamás y su barbarie perpetrada contra ciudadanos israelíes y el secuestro de más de 100 personas —niños, mujeres, hombres—, algunos de los cuales continúan aún en manos de esos asesinos.
Que estamos en una etapa en la que las personas salen muy poco a la calle para reivindicar o protestar por aquellas cosas importantes, es más que evidente. Es una sociedad acomodadiza, solidaria en ocasiones y que le cuesta ponerse en el lugar del otro. Desde hace casi un mes, parece que el chip ha cambiado y ha vuelto a ser reivindicativa. El inicio ha sido la Vuelta Ciclista a España, en la que, en cada jornada, había manifestantes con banderas palestinas, eslóganes denunciando el genocidio y más de una trifulca en el recorrido. Era la ocasión perfecta para que el mundo viera las acciones de los españoles.
La última jornada de la Vuelta, con finalización en Madrid, se preveía tensa, aunque al parecer estaba previsto que las fuerzas de seguridad tuvieran en cuenta los posibles incidentes. No fue así, y lo que tenía que ser el colofón de una carrera complicada con un final más o menos tranquilo, resultó que 100.000 personas se plantaron en el recorrido e impidieron que eso fuera así.
Un final de carrera que ha traído cola por la actuación de algunos manifestantes, que han generado —junto a las cargas de la policía— unas imágenes que han dado la vuelta al mundo.
Manifestarse es un derecho que tiene la ciudadanía, y es bueno para la salud democrática que necesita que la gente se implique en la vida de este país. Pero también es cierto que ese derecho lo tienen las personas que opinan de manera diferente. No es incompatible que, en todas las etapas de la Vuelta, estuvieran presentes manifestantes, incluso es solidario con el pueblo palestino. Mostrar la solidaridad con ellos es necesario, pero eso no impide que los ciclistas hubieran tenido normalidad en su recorrido, con la tranquilidad de no sufrir alguna caída, tropiezo o cualquier otra cosa. La tensión ha ido haciendo mella en ellos. Los corredores israelíes han sido objeto de la ira de los manifestantes. Se pedía que fueran expulsados; no fue así. ¿Lo será en las próximas competiciones?
Pero no es justificable lo sucedido en Madrid, no es de recibo. Lo mismo que la actuación de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ,haciéndose fotos con el equipo israelí , presumiendo de ellos y no reconociendo el genocidio. En la misma línea, el alcalde de Madrid , José Lúis Martínez Almeida ha acusado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de alentar a los manifestantes para tapar los juicios que tiene pendientes la familia del presidente, los dos exsecretarios de organización y algunos más. Menudo papelón han hecho Díaz Ayuso y su compañero de partido y alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida Un poco bochornoso los dos
Mientras, las lideresas de Podemos, Belarra y Montero, dirigidas por Pablo Iglesias, aprovechaban la ocasión pàra estar en la manifestación, meterse con el Gobierno. Belarra decí declaraba que la actitud de Sánchez se entiende porque ya está en modo electoral. Debe ser lo mismo que ellas, que aprovecha la ocasión para hacer su campaña electoral. ¿Alguien recuerda ver a Belarra y Montero en alguna manifestación apoyando al pueblo ucraniano tras ser invadido por Rusia? ¿Han denunciado a Rusia? ¿Han pedido que España rompa relaciones con Rusia? Creo que no.
Decía Ramón Llull que “el que es leal eleva su mirada con humildad, y el que es desleal, con soberbia”. Aprovechar una situación como la vivida estos días para beneficio propio no es ni coherente, ni ético, ni humano. Lo han hecho cuantas políticas y políticos, de distintos colores. Hay un refrán popular que dice: “Quien cambia de lealtades como de camisas, al final se queda desnudo de principios”.
Manifestarse sí, impedir por la fuerza que no se pueda realizar una actividad, no es de recibo. Las dos cosas son posibles y pueden tener la misma repercusión a nivel mundial. Si cada día en el recorrido se hubieran manifestado sin acciones peligrosas, sino pacíficamente, ¿Han sido violentas las cien mil personas? No, pero siempre una minoría interesada monta el número para que se les vea. Escribía Santiago Posteguillo que “en estos tiempos, saber diferenciar entre quien te sigue por interés y quien te defiende por lealtad es esencial”.
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