Ya veis, muchachos. Hablábamos hace un tiempo de Miguel Ángel, a partir de su correspondencia. La verdad es que aquel genio y maravilloso escultor sabía irritarse de lo lindo y tenía un hablar sumamente directo. ¿Le faltaba tacto? Os propongo ahora un libro clásico en los estudios de conducta de los seres humanos, 'El tacto'. Su autor, el antropólogo norteamericano Ashley Montagu (nacido en Londres como Israel Ehrenberg), partía de considerar la piel como nuestro primer medio de comunicación, un espejo de emociones. El tacto visto, pues, como un ingrediente básico del afecto y la madre de los sentidos. Repárese en que también se denomina 'tener tacto' a tener delicadeza para tratar personas y conducir situaciones con habilidad.
¿Alguno de nosotros no tiene necesidad de afecto, de amabilidad o de calidez? Montagu hablaba de las pobres 'experiencias táctiles en la infancia' que no pocos padres han transmitido a sus hijos, una carestía grande de abrazos y efusiones de cariño (los mensajes a través de la piel). Un conflicto inconsciente y sin resolver que muchos, recalcaba, suelen sofocar, mediante encuentros sexuales que resultan experiencias humanas incompletas.
Montagu, quien escribió un estudio sobre la dignidad humana 'El Hombre Elefante' (a partir del cual David Lynch hizo una conocida película), hablaba de la leche materna y de la cuna mecedora. Para él la ausencia de esta lactancia y una escasa estimulación táctil entre madre e hijo andan detrás de una fuerte tendencia deshumanizadora en nuestras relaciones sociales. Bueno, no vamos a hacer ahora consultas al respecto. Somos respetuosos y no somos suspicaces, no nos vamos a dar zurriagazos ni a ser acaso injustos con nuestros progenitores.
Detrás de un suceso hay factores influyentes que nos son desconocidos. Cuando se refería a la admirable invención de la cuna mecedora (abandonada a partir de unas soflamas científicas a fines del siglo XIX), reivindicaba también las mecedoras como recomendables para adultos y ancianos. Un consuelo rítmico que le llevaba a interpretar la música en clave táctil y a preguntarse por qué hay melodías contagiosas. Ahora pienso en 'Night and Day', en versión de Stan Getz o Dizzy Gillespie; ya conocéis mi debilidad por el jazz. Pero ahora no es oportuno hablar de ello. ¿No os parece?
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