viernes, 26 de abril de 2024 10:03
Opinión

EL SCOUT ALEXANDRE PINYOL

Miquel Escudero
Miquel Escudero

Ha caído en mis manos un cuaderno con el título ‘Presons del meu paisatge’, recoge vivencias de Alexandre Pinyol Llop. ¿De quién se trata? A comienzos de 1939, a menos de tres meses de acabar la Guerra Civil, Jaume Miravitlles le nombró Inspector y Administrador General de las delegaciones de la Generalitat en Madrid y Valencia. Pinyol tenía entonces treinta años de edad, era Perito Mercantil y había militado en Estat Català. No huyó y esperó a que entrasen las tropas franquistas en la delegación de Madrid. En la sentencia del Consejo de Guerra a que fue sometido se decía: “No se le conocen actos de violencia, detenciones, denuncias ni delitos de sangre”, sin embargo pasó ocho años entre rejas.


En estos escritos personales relata las vejaciones severas que padeció; es descorazonador imaginarse los miserables y estúpidos actos de crueldad contra seres humanos derrotados y hundidos en penalidades. No entraré en detalles, ¿para qué? Seres embrutecidos y envilecidos. Traumas que son imposibles de digerir, por ejemplo el de simular que te fusilan.


Imagen de libro abierto


Pinyol era un nacionalista exaltado y duro, a quien no le merecían generosidad los indiferentes a la causa de la patria catalana. Creía que “la Pàtria és el Cel dels Homes a la Terra” y vivía con frenesí el espíritu scout. La impresión que tengo es la de que era un hombre bueno, rígido mentalmente y un punto fanático, pero honrado. Años después reconocería que “la guerra desató las pasiones y los bajos instintos de muchas personas que no era malas y algunos scouts no quedaron exentos del todo”. A este amigo, así lo puedo considerar, me habría gustado preguntarle por qué razón creía que estaba prohibido tener el Quijote en la cárcel donde estuvo. También se quejaba de los nacionalistas que huyeron: “¿Pueden merecer el respeto y la adhesión de quienes luchando contra la tramontana aguantaron el castillo sabiendo cómo las gastaba el vencedor?”.


Estremece que en su sentencia se dijera que estaba “educado severamente a lo catalano-marxista” y que era “cabeza visible de la organización masónica-separatista Boy-Scouts e iba vestido con uniforme extraño”. ¿Cómo podían ser tan tontos, tan zafios, tan forjadores de odio, aquellos tipos que se adueñaron de España?

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