En busca de tierra firme, Antoni Bayona acaba de publicar ‘Sobrevivir al procés’ (Península). Letrado del Parlament, Bayona es doctor en Derecho y profesor de la Universidad Pompeu Fabra. Siempre se ha mostrado como un profesional íntegro y honrado, es respetable y respetuoso y tiene claro que no todo vale. Tengo amistad con él.
Parte del hecho de que la sociedad catalana y sus instituciones se hallan bloqueadas por una situación enquistada con el procés, y él ofrece propuestas para salir de este círculo vicioso. En primer lugar, dice, hay que descifrarlo, no todo es blanco o negro y tiene su complejidad. Hay que esforzarse en argumentar.
Para Toni Bayona, el procés es fruto de improvisación y de poca reflexión, no ha conseguido su objetivo y no contó con que el Estado también es la Justicia. Lo cierto, recalca, es que nos ha hecho perder muchas cosas y nos ha metido de lleno en un bucle infernal, con una fractura múltiple en nuestra sociedad; algo que desde la oficialidad se niega con iracundia. Habla del juego peligroso que supone frivolizar la desobediencia y emplear la astucia como método para amagar en cuestiones fundamentales.
Es flagrante una mezcla de engreimiento, orgullo y arrogancia al pretender que la vía unilateral iba a ser algo gratuito, y lanzarse a un pulso entre política y derecho penal. Bayona tiene lucidez y decencia para reconocer que los dirigentes secesionistas alientan el imaginario de que en España no hay democracia ni existe independencia judicial. Y esa percepción la tienen muchos catalanes. Sorprende, dice, tanta credulidad: “Una parte de la sociedad catalana piensa, actúa y reacciona en función de una fe casi religiosa y obstinada”. Y, sin embargo, la sociedad catalana en su conjunto no está dispuesta a asumir las consecuencias del "ho tornarem a fer".
Toni Bayona es emocionalmente nacionalista y, por tanto, no niega la posible bondad de la independencia de Cataluña. Su marco de referencia distingue Cataluña y España como dos entidades distintas. No ahonda en la confrontación interna catalana, aunque reconoce inquietud por las incómodas consecuencias que en la vida privada tenga el oponerse a ‘lo que toca decir’. Es evidente.
Su análisis de la sentencia del procés es ejemplar, detenido, profesional y claro, tanto da que dé pábulo a matizaciones de peso.
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