sábado, 20 de abril de 2024 11:19
Opinión

EL ESPACIO DE LOS MODERADOS

Miquel Escudero
Miquel Escudero

En busca de tierra firme, Antoni Bayona acaba de publicar ‘Sobrevivir al procés’ (Península). Letrado del Parlament, Bayona es doctor en Derecho y profesor de la Universidad Pompeu Fabra. Siempre se ha mostrado como un profesional íntegro y honrado, es respetable y respetuoso y tiene claro que no todo vale. Tengo amistad con él.


Parte del hecho de que la sociedad catalana y sus instituciones se hallan bloqueadas por una situación enquistada con el procés, y él ofrece propuestas para salir de este círculo vicioso. En primer lugar, dice, hay que descifrarlo, no todo es blanco o negro y tiene su complejidad. Hay que esforzarse en argumentar.


Antonio bayona exletradomayor

Antonio Bayona, exletrado mayor del Parlament, durante el juicio del 1-O


Para Toni Bayona, el procés es fruto de improvisación y de poca reflexión, no ha conseguido su objetivo y no contó con que el Estado también es la Justicia. Lo cierto, recalca, es que nos ha hecho perder muchas cosas y nos ha metido de lleno en un bucle infernal, con una fractura múltiple en nuestra sociedad; algo que desde la oficialidad se niega con iracundia. Habla del juego peligroso que supone frivolizar la desobediencia y emplear la astucia como método para amagar en cuestiones fundamentales.


Es flagrante una mezcla de engreimiento, orgullo y arrogancia al pretender que la vía unilateral iba a ser algo gratuito, y lanzarse a un pulso entre política y derecho penal. Bayona tiene lucidez y decencia para reconocer que los dirigentes secesionistas alientan el imaginario de que en España no hay democracia ni existe independencia judicial. Y esa percepción la tienen muchos catalanes. Sorprende, dice, tanta credulidad: “Una parte de la sociedad catalana piensa, actúa y reacciona en función de una fe casi religiosa y obstinada”. Y, sin embargo, la sociedad catalana en su conjunto no está dispuesta a asumir las consecuencias del "ho tornarem a fer".


Toni Bayona es emocionalmente nacionalista y, por tanto, no niega la posible bondad de la independencia de Cataluña. Su marco de referencia distingue Cataluña y España como dos entidades distintas. No ahonda en la confrontación interna catalana, aunque reconoce inquietud por las incómodas consecuencias que en la vida privada tenga el oponerse a ‘lo que toca decir’. Es evidente.


Su análisis de la sentencia del procés es ejemplar, detenido, profesional y claro, tanto da que dé pábulo a matizaciones de peso.

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