Los atentados en París y Copenhague han vuelto a abrir el debate sobre la integración de la inmigración en Europa. El debate ha vuelto en cuanto a declaraciones políticas y medios de comunicación, pero el reto ya estaba.
Los atentados en París y Copenhague han vuelto a abrir el debate sobre la integración de la inmigración en Europa. El debate ha vuelto en cuanto a declaraciones políticas y medios de comunicación, pero el reto ya estaba.
No perdamos de vista que esta cuestión se suma a otros. Las crisis económica, social y política, la desigualdad que ya es estructural, la austeridad dogmática de las políticas de cohesión, los nuevos populismos -de diferente tipo y dimensiones-, el yihadismo, ... todo a la vez, todo como causas y consecuencias, todo de forma concentrada, hace que nuestras sociedades europeas se miren a sí mismas y descubran sus propios riesgos y sus miedos. Y seguramente, más allá de mirarse, habría que analizar, evaluar, y actuar y de forma estratégica. Para que los riesgos y los miedos paralizan, y se canalizan a menudo de la peor manera, haciendo del conflicto fuente de alimentación de los extremos y la radicalización.
Qué pasa en tantos barrios europeos donde el paro se sitúa por encima del veinte, o treinta, o incluso el cuarenta por ciento, y cuál es el perfil de la precariedad y de los trabajadores pobres que ven sus expectativas de vida y familiares rotas, y donde crece el sentimiento de competencia por los recursos escasos. Cuál es, por ejemplo, la fotografía del perfil de jóvenes que se sienten -falsament- llamados a ser alguien, y ser -cruelmente- héroes, nacidos en Europa, sin sentirse suficiente. Cuál es el perfil del Islam en Europa, donde los valores democráticos deben estar por encima de religiones y culturas. Qué inversión se hace en la escuela, como punto de referencia de cohesión y socialización. Y así, algunas preguntas más.
Nada justifica el terror y la violencia, absolutamente nada, y hay que actuar con contundencia, especialmente allí donde está el origen. La defensa de los derechos, los valores democráticos y las libertades nos corresponde como generaciones que vivimos en este momento, y hay que valorar la importancia de las concentraciones y manifestaciones ciudadanas como una única comunidad, así como el trabajo comunitario continuado. Es la ciudadanía la que tiene la fuerza. Pero además, creo que la mirada debe ser de gran angular, porque no es una crisis sola, que son diversas. No podemos hablar de seguridad en singular, porque se ha hecho plural: seguridades. Hay que explorar lo que se respira a pie de calle, en la escalera de vecinos o entre las paredes y patios de las escuelas. Mirar y comprender lo que realmente hay, es en beneficio de toda la población, para que el proyecto europeo - de la cohesión, los derechos y las libertades- se construye desde sus ciudades, o no se construye.
En este cambio de época no sirven ni las consignas ni las propuestas políticas de corto plazo secuestradas por resultados electorales. No se debería caer en esta tentación, y los políticos a menudo se ven superados por las circunstancias, y la tentación del corto plazo termina siendo una tiranía poco fructífera. La realidad es pluridimensional. Por eso creo que lo que nos ocupa es la complejidad que conlleva la gestión de las incertidumbres.
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