viernes, 19 de abril de 2024 21:57
Opinión

Podemos, 'los de abajo' y la superación de la izquierda

Antonio Antón
Antonio Antón

Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

Para Podemos la polarización entre izquierda y derecha está superada. El conflicto principal es entre los de abajo y los de arriba, el pueblo o ciudadanía descontenta frente al poder oligárquico o la casta.

Para Podemos la polarización entre izquierda y derecha está superada. El conflicto principal es entre los de abajo y los de arriba, el pueblo o ciudadanía descontenta frente al poder oligárquico o la casta. Por otro lado, para el primer ministro socialista francés, Manuel Valls, la izquierda va a desaparecer si no se convierte al social-liberalismo e impulsa el pragmatismo centrista de la gestión de la austeridad y los recortes sociales, es decir, se coloca más activamente al servicio del poder económico. Es el camino iniciado por el líder del Partido Demócrata italiano, Mario Renzi, referencia para la dirección del PSOE.

El significado de izquierda es confuso porque conlleva dinámicas contradictorias. Se formó hace dos siglos como defensa de los de abajo frente a las oligarquías conservadoras. Pero en gran parte de ella, los aparatos socialdemócratas desde su acción gubernamental, se ha perdido esa identidad de defensa de las clases populares y forma parte del establishment y sus compromisos con los poderosos, los de arriba.

Por otra parte, en distintas tradiciones de las izquierdas, esta idea se asocia a la justicia social y la democracia, a la defensa de los derechos sociales y laborales frente a los recortes, la austeridad, la corrupción o el autoritarismo de la oligarquía financiera y las élites gobernantes. Muchas personas se auto-identifican con esa referencia ideológica o conservan una cultura popular igualitaria que les permite fortalecer su indignación contra la actual gestión regresiva y autoritaria de la crisis, oponerse al poder establecido y desear un cambio social y político de progreso.

Se trata de analizar quién y qué es la izquierda para plantearse qué está superado, en qué sentido se debe renovar y qué elementos ?igualdad y democracia- se deben reforzar para favorecer un proyecto transformador emancipador frente al regresivo poder establecido.

La polarización de los de abajo frente a los de arriba (considerando que hay sectores intermedios) se debe rellenar con una orientación sociopolítica y cultural basada en los valores de igualdad, libertad y democracia. Esas ideas y aspiraciones también son compartidas por capas populares que se autodefinen de izquierda o centro progresista y que se distancian del bloque de poder antisocial. Por tanto, hay que asociar al pueblo o los de abajo, con una política emancipadora, democratizadora e igualitaria. Las categorías sociodemográficas, capas populares frente a élites dominantes, a través de su experiencia en el conflicto social y político y su cultura democrática y social, se convierten en corrientes sociopolíticas, en actores o sujetos. El resultado de esa doble pertenencia constituye la mayoría social crítica, con una cultura democratizadora y popular, necesaria para el cambio político. Es una fuerza renovadora con una nueva orientación social e ideológica, que debe apoyarse en nueva teoría social crítica.

La representación política y cultural mayoritaria de la izquierda (o mejor, izquierdas, en plural), en las últimas décadas, ha sido hegemonizada por la socialdemocracia que, precisamente con su giro al Nuevo centro o Tercera vía, ha abandonado sus prioridades fundamentales de profundizar realmente en la igualdad y la democracia, particularmente en los derechos sociales, económicos y laborales. Además, con la crisis sistémica, económica, político-institucional y europea, sus aparatos gobernantes han aplicado una estrategia contraria a la justicia social y el respeto a los derechos sociolaborales, han ejecutado unas políticas regresivas y antisociales y han incumplido sus contratos con la ciudadanía. Es decir, su gestión supone una involución en los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos, sin que se vislumbre una reconsideración autocrítica ni una reorientación clara.

Por otra parte, históricamente se han realizado diversos intentos de conformar una izquierda nueva o auténtica, diferenciada del giro centrista de la socialdemocracia o de sus corrientes más economicistas o rígidas. En el terreno social han sido, desde los años setenta, los nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo?) quienes han modificado, renovado y ampliado las tradiciones de la problemática social y los discursos, reivindicaciones, sistemas organizativos y reconocimientos sociales y políticos de las izquierdas (incluido los partidos verdes). En el ámbito político-electoral la propuesta de Izquierda Unida es una reafirmación en las referencias de la izquierda democrática europea, junto con distintas inercias organizativas y discursivas que deberían superar, para que puedan aportar su mejor experiencia en la acción social y democrática.

El contenido sustantivo para forjar una mayoría social frente al poder oligárquico, basado en la participación popular contra la desigualdad y por la democracia podría ser común entre Podemos e Izquierda Plural (y otros grupos alternativos). La diferencia sería, sobre todo, de carácter simbólico y de formas discursivas. Sin embargo, tiene implicaciones por su impacto en la valoración de las tradiciones, la adecuación de los discursos a las nuevas realidades y la legitimación de los distintos actores.

El PSOE vuelve a utilizar el rótulo de izquierda, aunque es una retórica instrumental y no supone un giro a una política diferente a la del periodo anterior. Pero en esta fase y con la cúpula y la orientación actual del partido socialista, utilizar un simbolismo compartido (izquierda) no clarifica esa diferenciación. A no ser que el conjunto de ese partido y, en particular su aparato, se reconvirtiera hacia una auténtica izquierda, cosa improbable, o claramente dejara de declararse de izquierda, dejando el símbolo en manos solo de IU.

Han adquirido mayor relevancia graves problemas sociales para la población: la cuestión social, la desigualdad socioeconómica y la involución democrática y de derechos. Y, paralelamente, la necesidad de la reafirmación ciudadana en los mejores fundamentos de la izquierda: igualdad y democracia (o libertades y no dominación), además de otros como la solidaridad y la laicidad.

Se produce una paradoja. Por un lado, los valores clásicos de la izquierda democrática europea de estos dos siglos tienen más importancia y vigencia para transformar la realidad de desigualdad, empobrecimiento y subordinación, mediante la participación popular frente al establishment. Por otro lado, la marca izquierda no es clara para representarlos y fortalecerlos y ha sido instrumentalizada y anulada en el ámbito institucional por la tercera vía (o nuevo centro) socialdemócrata; o bien, ha sido asociada a otras realidades históricas del llamado socialismo real, con regímenes autoritarios con su nueva nomenclatura dominadora y sin libertades democráticas, o se vincula con discursos anquilosados y prácticas burocratizadas. O sea, partes de las izquierdas se han asociado con los de arriba, los poderosos o dominadores, muchas veces con grandes déficits democráticos.

Por tanto, la contraposición simbólica izquierda/derecha es confusa, ya que en la marca izquierda coexisten diversas tradiciones, unas buenas y otras menos buenas, y distintos intereses sociopolíticos y corporativos. Pero lo significativo para la percepción global de la población es que últimamente la ha gestionado, sobre todo, la socialdemocracia con un discurso y una estrategia, según ellos mismos, de 'nueva vía' o 'centro'. Gran parte de la población ve esa contraposición como la simple alternancia de cúpulas gobernantes, hoy con similares proyectos en las cuestiones socioeconómicas y políticas fundamentales. Ese eje no reflejaría una oposición sino una línea de consenso, de limitada alternancia y sin alternativa. Se trata de superar ese esquema que genera confusión, ya que la dirección de la izquierda mayoritaria (socialdemocracia española y europea) ha hecho una reconversión ideológica hacia el centro social-liberal y una última gestión gubernamental e institucional, fundamentalmente, de derechas, no igualitaria y con déficit democrático.

En este periodo de crisis económica y política y de consenso básico entre conservadores y socialdemócratas sobre la austeridad (flexible) y los temas de Estado, a veces puede haber mucha confrontación mediática, incluso fuerte crispación, entre el PP y el PSOE, pero no suele obedecer a profundas diferencias estratégicas o de opciones fundamentales, hoy bastante coincidentes, sino a temas menos relevantes. Pongamos que la diferenciación pública, cuando no hay consenso de fondo, la establecen entre una élite de derechas consecuente con las políticas regresivas en todos los aspectos, que quiere aparecer de centro-derecha, como la mayoría de sus votantes, y otra cúpula de derechas, que quiere que le consideren de centro-izquierda, como se identifica su base social, y es consecuente también con la estrategia liberal-conservadora; la cuestión es que su retórica de centro no ha tenido credibilidad, aunque la complemente con algunos aspectos de izquierda, algunos significativos, por ejemplo en el tema del aborto, o con una parte de su base afiliada y votante con posiciones de izquierda, de justicia social y defensa de los de abajo. Normalmente el conflicto entre sus equipos dirigentes no se produce en temas de Estado, ni en las grandes líneas socioeconómicas o europeas. La polarización parcial, a veces, es tensa, y se instrumentaliza según las conveniencias del marketing por el aseguramiento de la legitimidad de sus aparatos respecto de sus respectivos campos electorales.

El PSOE y sus bases sociales tienen un carácter ambivalente. Tienen componentes de izquierdas, pero lo sustantivo de su aparato, su gestión y su proyecto, político y socioeconómico, no son de izquierdas. La vocación de la nueva dirección de volver a gobernar con similares estrategias y las mismas dependencias con el poder establecido no augura un giro a la izquierda, a la defensa de las demandas populares. Su estrategia comunicativa consiste, sobre todo, en hacer olvidar su última gestión de derechas y mantener la ambigüedad sobre una política centrada, sin diferencias sustanciales con la dominante en la Unión Europea y el consenso de la socialdemocracia con el bloque de poder encabezado por Merkel. La respuesta de la gente sobre quién o qué es izquierda, cuando menos, no es sencilla y está presa de esa ambivalencia. Se puede resolver parcialmente haciendo valer los valores en que se asienta la izquierda social y reafirmando el papel de una izquierda política consecuente y renovada, a partir de ese bagaje de cultura igualitaria y democrática.

En relación con la izquierda se deben desarrollar tres tareas complementarias y con una relación compleja entre sí: existen componentes a reforzar, otros a renovar y algunos directamente a abandonar y superar. Hay que apoyarse en los valores democráticos e igualitarios de la izquierda social, reforzarlos y representarlos, evitando diferenciaciones artificiales o a efectos de legitimación particular. Definir los adversarios reales, el campo de los aliados y el proyecto de cambio es la tarea común de un polo diferenciado de la socialdemocracia y alternativo a la derecha. Igualmente, hay que renovar y reelaborar el análisis, los proyectos y las ideas fuerza, junto con nuevos esquemas analíticos y discursivos que simbolicen e interpreten el contenido fundamental de los nuevos conflictos sociopolíticos y culturales. Debemos seleccionar lo adecuado del pensamiento, la acción y los valores de las izquierdas (y otras corrientes progresistas e ilustradas) y rechazar lo inadecuado. Realizar la correspondiente valoración crítica de sus tradiciones más negativas, en particular y a veces, su falta de sensibilidad democrática y de respeto al pluralismo y la existencia de ciertos dogmatismos.

Por tanto, se trata de cambiar discursos, renovar representaciones y liderazgos y elaborar nuevos símbolos que expresen mejor las identidades colectivas transformadoras en un sentido igualitario, emancipador y democrático. Y para ello es necesario contar con la experiencia en la lucha democrática y social, la representatividad y las mejores tradiciones culturales de las izquierdas transformadoras. Lo nuevo no puede prescindir de las mejores características de lo viejo. Elementos tradicionales en la acción democrática y de izquierdas, convenientemente renovados, son fundamentales en la nueva época. Pero habrá que superar la debilidad en el campo simbólico y discursivo para expresar claramente un proyecto político transformador y democrático, así como sus bases sociales y las alianzas, y abordar el hecho de que una parte del sector de centro-izquierda todavía considera que la dirección socialista les representa políticamente. No obstante, la consolidación y ampliación del proyecto de cambio, se apoya, sobre todo, en la gente de izquierda pero desborda la auto-identificación con la izquierda, su base se asienta entre la ciudadanía descontenta y crítica con el poder establecido por su estrategia regresiva. Su cultura es progresiva en lo social y democrática en lo político. Incluso aunque algunas de esas personas se auto-ubiquen en el centro-derecha, su oposición a los recortes sociales o a la corrupción de las grandes instituciones, su talante crítico, social y democrático les distancia del bloque de poder regresivo y autoritario, y es progresivo.

En resumen, falta por profundizar el contenido de las izquierdas, renovar su pensamiento, sus discursos y sus estructuras organizativas y, específicamente, reelaborar y resignificar sus signos y sus símbolos. Pero, sobre todo, hay que definir de otra forma los polos del conflicto social, por una parte, las capas dominantes y, por otra parte, el sujeto emancipador, la ciudadanía crítica y sus principales actores, con un proyecto transformador por la igualdad, la libertad y la democracia. Es la virtud de Podemos de resituar los ejes del conflicto entre las capas populares y el poder establecido, entre el desarrollo de la democracia y el autoritarismo de la oligarquía. A partir de ahí hay que elaborar y complementar los nuevos ejes con un nuevo proyecto de cambio, con una teoría o pensamiento críticos entre los que caben los mejores valores igualitarios y democráticos de la acción popular emancipadora, de izquierdas y progresista.

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