"Todo está atado y bien atado": Franco quiso dar continuidad al Régimen tras su muerte
MADRID, 15 (EUROPA PRESS - Sebastián Carrasco)
"Francisco Franco Caudillo de España por la Gracia de Dios". Este entrecomillado corresponde a la leyenda que rodeaba la efigie del dictador en el anverso de las monedas de curso legal durante décadas.
Toda una declaración de principios, que cobraba máxima trascendencia en asuntos como la sucesión en la jefatura del Estado.
Franco ocupaba ese cargo desde el 1 de octubre de 1936, por acuerdo de los generales que se sublevaron contra la II República el 18 de julio anterior, y que provocó la cruenta Guerra Civil que terminó con la victoria franquista.
No fue hasta 1947 cuando el Régimen estableció por ley que España era un reino y que la Jefatura del Estado podría ser ejercida por una persona designada por Franco. Esa designación se hizo esperar y, no sin vicisitudes, recayó en 1969 'a título de rey' en el infante Juan Carlos, hijo del sucesor dinástico, Don Juan de Borbón --exiliado en Estoril-- y nieto de Alfonso XIII. El dictador pactó con Don Juan educar a Juan Carlos en Madrid, adonde se trasladó en 1948 con solo 10 años.
El 22 de julio de 1969 Franco dejó resuelto su relevo en el poder con el juramento ante las Cortes franquistas de Juan Carlos, que se convirtió entonces en Príncipe de España, que no de Asturias porque Don Juan retuvo hasta 1977 los derechos dinásticos.
"Consciente de mi responsabilidad ante Dios y ante la historia, y valorando con toda objetividad las condiciones que concurren en la persona del Príncipe don Juan Carlos de Borbón, que (...) ha dado claras muestras de lealtad a los principios e instituciones del régimen" y que "reúne las condiciones que determina el artículo 11 de la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado, he decidido proponerlo a la nación como mi sucesor", anunció un emocionado Franco.
"TODO QUEDA ATADO Y BIEN ATADO"
"Todo queda atado y bien atado", dijo el dictador meses después, en su discurso de Navidad de 1969. Pero se guardaba un último nudo: la separación de la jefatura del Estado y de la presidencia del Gobierno, que los afectos al dictador vieron como una maniobra para perpetuar las esencias del Régimen después de muerto.
En junio de 1973, Franco designó como jefe del Ejecutivo al almirante Carrero Blanco --un estrecho colaborador del dictador--, lo que hacía pensar que se convertiría en el hombre fuerte del Estado a su muerte y en garante de la perpetuación del franquismo sin Franco.
Sin embargo, esas expectativas se vieron truncadas súbitamente, cuando Carrero fue asesinado el 20 de diciembre de ese mismo año en un atentado perpetrado por ETA en Madrid.
Su desaparición tuvo numerosas implicaciones políticas, en un momento en que se hacía evidente la decadencia física del dictador y, con ello, el agravamiento de los primeros signos de descomposición del aparato franquista.
Los sectores más inmovilistas salieron reforzados, e influyeron para que Franco nombrase a Carlos Arias Navarro -'más franquista que Franco' en opinión extendida- como presidente del Gobierno.
Otra vuelta de tuerca en el relevo de Franco llegó el 9 de julio de 1974: el dictador ingresó en un hospital para tratarse una flebitis. El príncipe asumió la jefatura del Estado de forma interina durante siete semanas, pero Franco decidió retomar el poder pese a su frágil salud, agravada por la enfermedad de Parkinson.
El acto final comenzó en octubre de 1975. Tras sufrir un infarto el día 14 y recibir la extremaunción el 25, fue mantenido vivo mientras se intentaba encontrar una solución para la sucesión de poderes, hasta su fallecimiento el 20 de noviembre. Juan Carlos los asumió de forma interina el día 30 de octubre y juró como rey ante las Cortes Franquistas el 22 de noviembre. El desenlace coincidió con la abrupta salida de España del Sáhara Occidental a raíz de la Marcha Verde.
"SOLO LE PIDO UNA COSA"
En su libro 'Reconciliación', el hoy rey emérito relata la última conversación con el dictador en su lecho de muerte: "Me cogió de la mano y me dijo como en un último suspiro: 'Alteza, solo le pido una cosa: mantenga la unidad del país'.
El dictador murió en la cama. Una parte de la sociedad española, -de forma destacada la del exilio- recibió la noticia con alegría y esperanza de cambio. Otra guardó luto, como acreditan las colas en Madrid para pasar por la capilla ardiente. Muchos españoles lo que deseaban, por encima de todo, era superar la Guerra Civil y la dictadura, y que España se sumará en paz al resto de democracias europeas.
Entre las personalidades que asistieron al funeral del dictador figuraron el dictador chileno, Augusto Pinochet, y también Imelda Marcos, esposa del presidente filipino, Ferdinand Marcos. Franco recibió sepultura en la Basílica del Valle de los Caídos, donde sus restos reposaron hasta 2019.
Arias Navarro cesó apenas siete meses después de la muerte del dictador por exigencia de Juan Carlos I. El rey le sustituyó por un miembro del gabinete saliente, el entonces ministro-secretario general del movimiento, Adolfo Suárez. Era el 3 de julio de 1976 y fue uno de los primeros hechos clave de la Transición.

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