La ley esa de la trasparencia dice que los cargos públicos no podrán aceptar regalos navideños que superen los "usos habituales". Concepto este discutido y discutible, que diría el otro un día de esos que estaba inspirado.
La ley esa de la trasparencia dice que los cargos públicos no podrán aceptar regalos navideños que superen los "usos habituales". Concepto este discutido y discutible, que diría el otro un día de esos que estaba inspirado.
¿Cuáles son los "usos habituales" en un obsequio navideño? Me preguntas mientras clavas tu mirada en mí. Pues depende. Depende de los "usos habituales" que cada cual tenga; si eres un prócer lo normal es que tengas "usos habituales" costosos y en la cena navideña no falten ricos manjares de esos que ahora llaman "de gourmet"; si hablamos de objetos portables en el cuerpo humano, un cargazo de cierta importancia con pompa y circunstancia suele adornarse con relojes de marca suiza de a más de medio kilo de euros, trajes carísimos, corbatas de seda natural y si de señoras se trata bolsos de "güiton" y objetos semejantes.
Si eres un mileurista, tus "usos habituales" no pasan de la lata de mejillones, los langostinos congelados, un pantalón chino o un bolso de copia china comprado en mercadillo. Y los relojes de esos que dan al comprar el periódico que vale más la pila que el reloj.
Vago asunto este de los "usos habituales" que deja la puerta abierta de par en par para que cada cual regale o reciba lo que le venga en gana sin que haya freno a un ir y venir de obsequios con intenciones más o menos ocultas.
Lo natural, si se pretendía ser transparente, hubiera sido poner un límite monetario para que nadie, con cargo público, reciba un cohecho disfrazado de cesta navideña cuajadita de oropeles y que guarde en su interior un tarjetón amable en el que pueda leerse: ¿Qué hay de lo mío?
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