Estaban allí, despidiendo a Mandela, lo más granadito de la gente que pinta algo en este mundo pecador y me comí la ceremonia en un canal de esos que solo hablan inglés lo cual que ahonda en mi confusión pues manejo la lengua de Shakespeare talmente como Tarzán.
Estaban allí, despidiendo a Mandela, lo más granadito de la gente que pinta algo en este mundo pecador y me comí la ceremonia en un canal de esos que solo hablan inglés lo cual que ahonda en mi confusión pues manejo la lengua de Shakespeare talmente como Tarzán.
Por si mis errores idiomáticos me habían llevado a interpretaciones erróneas, me metí en la red dispuesto a confirmar que, cuanto he visto y oído, es cierto o si mi mente lo urdió.
Descubro que el discurso de Obama equipara a Madiba, como todos le llaman como si fueran de la familia, con Lincoln por su capacidad para unir la nación; yo creía que Lincoln había montado una guerra civil de no te menees pero debo estar equivocado. También, sigo con Obama, ha debido ser muy celebrado entre los cubanos exiliados el apretón de manos con Castro al que solo le faltó "osculear" en las mejillas. Y para remate, los presuntos devaneos presidenciales con la primera ministra danesa, a juzgar por las imágenes publicadas, debieron producir un "que sentir" con Michelle que torció el gesto ante tanta risita y tanta complicidad. Hay días que no está uno para nada.
Sabio el pueblo, abucheó al presidente sudafricano, vaya usted a saber porqué; Mugabe también estaba y no ha muchos días que había reprochado a Mandela haber sido demasiado blando con los blancos; a ese le pité hasta yo.
Y entre los floreros, descubrí a Corina que ha abandonado los territorios hispanos por el confort y el lujo monegasco, pero que no se pierde una.
Total, que lo pasé muy entretenido, olvidando, por unas horas, la prima, el riesgo y la crisis, que ya se ha terminado según dicen.
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