jueves, 20 de noviembre de 2025 11:49

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Juan Carlos I y Felipe VI, dos monarcas distintos pero vistos como adecuados a la España de sus reinados

Los expertos coinciden en que el emérito fue un rey "constituyente" y su hijo cumple con rigor su rol constitucional
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Archivo - Felipe VI preside la Pascua Militar con la presencia del Rey Juan Carlos

Los expertos coinciden en que el emérito fue un rey "constituyente" y su hijo cumple con rigor su rol constitucional

MADRID, 20 (EUROPA PRESS - Leyre Guijo)
Juan Carlos I y Felipe VI tienen personalidades y modos de reinar muy distintos pero en ambos casos han resultado ser las personas adecuadas en el momento histórico en el que se encontraba España: el primero para llevar al país de la dictadura de Franco a la democracia y el segundo para consolidar la monarquía en un momento en que estaba en entredicho tras los escándalos en relación con la vida privada de quien encabezó la Transición.

Los dos monarcas "tienen un papel distinto", sostiene el sociólogo Emilio Lamo de Espinosa, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que considera que el padre es más "un Borbón" y el segundo "un Austria".

"Juan Carlos es un rey constituyente, que contribuye poderosamente a traer la democracia y la Transición" a España, explica en declaraciones a Europa Press. Por su parte, Felipe VI es un "rey constitucional" tal y como él mismo dejó claro durante su proclamación en 2014. Para el actual monarca, "Constitución, democracia y monarquía van de la mano", incide.

De la misma opinión se muestra el exministro de Defensa Eduardo Serra. "Juan Carlos I fue un rey constituyente, más que constitucional, y gracias a eso hizo lo que hizo" mientras que "Felipe VI es un rey perfectamente constitucional, ajustado escrupulosamente a la Constitución".

Para Serra, "vino muy bien el rey Juan Carlos entonces y ahora el rey Felipe" porque en ambos casos "aportaron estabilidad, que es lo que España necesitaba", al tiempo que admite que el primero tenía un carácter "más emotivo" y una "humanidad" que agrada mientras que el segundo es "más frío".

"Juan Carlos I fue un muy buen rey" en los primeros años de la restauración de la monarquía y en general hasta principios de los años 1990, sostiene por su parte Ignacio Molina, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y colaborador de la Red de Estudios de las Monarquías Contemporáneas (REMCO), para quien "en la parte pública era difícil hacerlo mejor". En su opinión, el carisma y la personalidad de Don Juan Carlos fueron una gran baza.

En el caso de Felipe VI, "es un gran rey para una institución consolidada" como es ahora la monarquía y "su gran virtud ante tanta crispación es que muestra calma y gravedad institucional". "Es un buen rey para una democracia consolidada y polarizada como la actual", defiende en declaraciones a Europa Press.

LOS HITOS DE 50 AÑOS DE MONARQUÍA
En cuanto a los grandes hitos que ha atravesado la monarquía en estas cinco décadas, los tres coinciden en que sin lugar a dudas el golpe de Estado del 23-F en 1981 fue el hecho que marcó el reinado de Juan Carlos I. "El 23-F fue un punto de inflexión y los españoles que no éramos monárquicos, la mayoría, nos convertimos en juancarlistas", admite Lamo de Espinosa.

El rey consiguió entonces una "tercera legitimidad" en su cargo, tras la dinástica que obtuvo una vez que Don Juan, su padre, renunció a sus derechos en 1977, y la constitucional que supuso el referéndum de aprobación de la Carta Magna en 1978.

Tras ser proclamado rey el 22 de noviembre de 1975 dos días después de la muerte de Franco, Juan Carlos representaba "la juventud, la democracia y la reconciliación" frente al Franquismo o a la República, que eran cosas del pasado y una vez aprobada la Constitución de 1978, "se dedica a hacer de rey", resume Molina, para quien durante el golpe de Estado se comportó "de manera providencial".

Asimismo, reconoce que fue un "acierto" por parte del monarca el cese de Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno y el nombramiento de Adolfo Suárez, como también lo fue el ceder todos los poderes que había heredado del Franquismo y "pasar a ser un monarca ceremonial".

"Juan Carlos I hizo un acto de generosidad enorme cuando renunció a todos los poderes", valora por su parte Serra, "lo cual le hace acreedor de un agradecimiento infinito". El exministro no comparte las críticas a algunos comportamientos del emérito y que no goce de la presunción de inocencia que sí se presupone a otras personas que "están siendo enjuiciadas por conductas más que impropias y delictivas".

"Que yo sepa, no hay ninguna sentencia condenatoria del rey y por tanto le estamos negando a Don Juan Carlos lo que no le negamos a ningún español", esgrime Serra, abogado de profesión, para quien "es de bien nacidos ser agradecidos" y por tanto no comparte que el emérito esté en el exilio.

"Me temo que estamos siendo poco agradecidos y estamos mirando con espíritu de contable a alguien que nos ha dado la base de todo lo que tenemos", lamenta Serra, que admite que "tuvo ciertos comportamientos que no eran los esperables del cargo que ocupaba".

DEL 23-F A LA ABDICACIÓN
Tanto Molina como Lamo de Espinosa coinciden en que, tras el golpe de Estado, comienza la mejor etapa de Juan Carlos como Rey, que coincide en el tiempo con la entrada en la que hoy es la Unión Europea. Este periodo, que el sociólogo define como "glorioso" tras un primero de incertidumbre, "le blindó frente al escrutinio público y la rendición de cuentas respecto a sus tropelías personales".

Después unas dos décadas de aparente tranquilidad, añade Molina, "se empiezan a producir fenómenos de conductas que nadie es capaz de parar, ni la Casa Real ni los gobiernos", hasta que en 2014, con la legitimidad como monarca muy erosionada, Don Juan Carlos "abdica forzado".

En su opinión, su abdicación "ha sido positiva para la monarquía" ya que permitió a su hijo llevar a cabo una "renovación". De no haberse producido, y haber traído "aire nuevo" Felipe VI, "quizá a día de hoy la monarquía estaría languideciendo", añade.

Para Lamo de Espinosa, los dos últimos años del reinado de Juan Carlos I fueron "una fase penosa" mientras que su abdicación y la llegada de un nuevo rey trajo consigo una renovación que ha permitido que la monarquía sea una de las instituciones mejor valoradas junto con el Ejército, la Guardia Civil y la Policía. En su opinión, el ahora emérito tenía que abdicar porque "había perdido por completo la legitimidad y también la estima y el respeto" de los ciudadanos".

Serra coincide en que "la abdicación fue un acierto a la vista del resultado" y opina que el discurso que Felipe VI pronunció el 3 de octubre de 2017, después del referéndum del 1-O en Cataluña, es "análogo" en importancia al de su padre el 23-F, ya que lo que buscaba era "asegurar" la Constitución.

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