El presidente del Bundestag, Norbert Lammert, anda en lenguas por haber copiado una tesis doctoral; con el amigo Norberto ya son tres los mandatarios germanos que son cogidos en trampa de estudiante listillo. Empiezo a pensar que esta reiteración en pasar el fielato del doctorado por los políticos teutones es una extraña afición al relumbrón académico que padecen en aquella tierra.
Cada pueblo tiene sus peculiaridades y, mientras los colegas de la dama Merkel se afanan en conseguir titulaciones académicas, por estos pagos, nuestros próceres padecen un especial vicio por coleccionar propiedades inmobiliarias; siempre que se detallan para conocimiento público los bienes de algún padre, cuñado o pariente lejano de la patria, suele contar con varias viviendas, garajes, fincas o parcelillas en España o en el extranjero de fuera.
Barrunto que la afición inmobiliaria de nuestros políticos y la ausencia por coleccionar títulos académicos como los alemanes viene dada por notables diferencias culturales y porque, para alcanzar altas magistraturas en España, vale haber cursado la EGB o, en los casos más extremos, disponer del bachiller o haber obtenido una licenciatura tras diez o doce años de estudios. Tampoco está mal visto llenar de títulos el curriculum aunque no se haya pisado un centro académico en la puñetera vida.
En Alemania dimiten cuando los pillan copiando tesis doctorales, aquí se admira a quien colecciona inmuebles y desgraciado aquel periodista que intente cuadrar las cuentas entre los ingresos y las propiedades, caerá sobre el osado todo el peso de la ley por aquello del honor que aquí se lleva a rajatabla.
Son diferencias, aficiones, vicios privados y públicas virtudes; cada cual tiene las suyas y tampoco es cosa de andar buscándole las vueltas a unos y otros.
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