Paseaba doña María Cristina de Borbón en calesa y una inoportuna hemorragia nasal brindó a un guardia de corps la oportunidad de ofrecer un pañuelo a la Regente.
Paseaba doña María Cristina de Borbón en calesa y una inoportuna hemorragia nasal brindó a un guardia de corps la oportunidad de ofrecer un pañuelo a la Regente. No habían transcurrido tres meses del fallecimiento de Fernando VII y doña María Cristina recibió el detalle con tanta gratitud que casó en secreto con el guardia Muñoz con el que tuvo nueve churumbeles.
Agustín Fernando Muñoz Sánchez, natural de Tarancón, más conocido como "El guapo Muñoz", aunque era regordete y bajito, recibió, en pago del pañuelo y del consuelo ofrecido a la viuda, los títulos de duque de Riánsares, marqués de San Agustín, duque de Montmorot , Teniente General de los Reales Ejércitos, caballero del Toisón de Oro, Gran Cruz de Carlos III, maestrante de Granada, Senador del Reino, y algunos títulos más que no recuerdo.
Como no solo de títulos vive el hombre, Muñoz se dedicó con ahínco a los negocios, al tráfico de influencias y amasó un fortunón de padre y muy señor mío enredando con todo lo que se ponía a su alcance: Cayeron en sus garras, entre otras cosas, el abastecimiento de carbón para Filipinas, la subasta del ferrocarril de Almansa, recibió dos millones de reales de los Rothschild por la adjudicación de las minas de mercurio de Almadén, las obras del puerto de Barcelona y las de canalización del Ebro o la construcción del puerto de Valencia.
Por espacio físico no trascribo más hazañas económicas de Muñoz y cuando llego a la mitad de su biografía, por cansancio, levanto la vista del libro que leía y a la cabeza me viene una frase: "La historia es una pescadilla que se muerde la cola".
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